La política en tacones.
Pilar Ramírez.
 

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Del “no pago para que me peguen” al “si me pegan, les reviro”
2017-02-15

¿Quién no recuerda la tristemente célebre frase que el expresidente José López Portillo dejó, no sólo para el anecdotario político, sino para definir una faceta de la relación del poder con la prensa: “No pago para que me peguen”? La pronunció el 7 de junio de 1982, Día de la Libertad de Prensa, después de que meses atrás su administración suspendió la publicidad gubernamental a la revista Proceso, dirigida por Julio Scherer, debido a la línea crítica de la revista. El veto publicitario no fue sólo de presidencia sino de todo el gobierno federal, los sumisos gobiernos estatales de la época y del PRI.


            Esta frase, que resume toda una postura asumida por los gobiernos frente a los medios, se puede complementar con otra que pudiera ser “si me pegan, les reviro”. Cuanto más autoritario es un gobierno, más virulenta es la reacción ante la crítica.


Ojalá a los medios críticos sólo les quitaran la publicidad, a muchos periodistas en distintas épocas les han quitado la vida y la lista de ejemplos es larguísima. Estas dos facetas de la relación del poder  con los medios –la cooptación o la agresión– no han cambiado más que en gradación y tampoco es exclusiva, como se afirmó durante mucho tiempo, de los gobiernos de países menos desarrollados, si bien es cierto que en ellos la agresión más extrema hacia los periodistas, como es el asesinato, ha alcanzado niveles sumamente alarmantes. Recordemos sólo a los 19 periodistas asesinados durante el gobierno de Javier Duarte en Veracruz.


            Paradójicamente, cuando se supone que el mundo contemporáneo pretende avanzar hacia mejores niveles de democracia, estamos siendo testigos de cómo algunos funcionarios sobrerreaccionan públicamente ante señalamientos de periodistas. Es bien sabido de las amenazas y represión que se aplican en forma oculta, anónima o con emisarios que hagan el trabajo sucio, pero las agresiones públicas se están multiplicando.


            Un caso escandaloso al inicio de este año fue la agresión que sufrió el periodista francés del programa Quotidien, Paul Larrouturou, cuando intentó hacerle una pregunta incómoda a la eurodiputada y líder del partido Frente Nacional, Marine Le Pen, acerca de la polémica que se desató por haber hecho pasar a dos personas como personal del Parlamento europeo cuando en realidad trabajan en el partido que dirige Le Pen. La Eurocámara determinó descontar a la diputada la cantidad de 300 mil euros de su sueldo ante la negativa de la política a reintegrar el dinero. Larrouturou comenzó a decir “Discúlpeme señora Le Pen, ¿es verdad que contrató a su guardaespaldas, ese de ahí, como su asistente personal…? Fue todo lo que pudo pronunciar el periodista, a la señal de una persona, que el agredido identifica como miembro del Frente Nacional, dos guardias lo sacaron con lujo de fuerza, lo amenazaron y golpearon la cámara de quien estaba registrando el incidente. Larrouturou insistía en regresar al lugar donde estaba Le Pen y argumentaba que estaba acreditado, mostraba su gafete, pero no sirvió de nada. Dijo “cobardes” a los guardias y uno de ellos le amenazó con partirle la cara, como estaba presente una policía fue acusado de insultar a un agente policiaco.


            La organización Reporteros sin fronteras ha documentado agresiones directas o incitación a agredir periodistas de los presidentes de Honduras, Ecuador y Venezuela. El despido de Carmen Aristegui de la empresa MVS con un pretexto inverosímil cuando para todos fue claro que se debía a la difusión del reportaje sobre la Casa Blanca de la familia presidencial, son sólo otros de los ejemplos recientes.


Recordemos que en una de las primeras apariciones de Trump como precandidato ordenó sacar del salón a Jorge Ramos, de la cadena Univisión. Fue el propio Trump el que dio la orden de expulsarlo cuando Ramos intentaba cuestionarlo acerca de cómo haría para deportar a once millones de indocumentados. En su primera conferencia de prensa como presidente vetó al representante de CNN, Jim Acosta, debido a que su medio, lo mismo que el Washington Post y el portal Buzzfeed habían difundido que Rusia poseía información comprometedora acerca de él. Los roces de Trump con los medios son constantes por las continuas críticas que recibe. De hecho su asiduidad por twitear la justifica como la forma para enfrentar a los medios deshonestos.


El periodista Roberto Herrscher de The New York Times, en una entrega reciente se pregunta, con toda razón, por qué en los casos de Ramos y de Larrouturou fueron tan tibias las protestas de los colegas periodistas que presenciaron el incidente y continuaron haciendo sus preguntas como si nada hubiera sucedido. Se puede decir lo mismo de muchos otros casos.


Decía Aldous Huxley que la prensa era el arma más eficaz de los dictadores porque mueven la opinión pública, son armas que funcionan a su favor cuando la pólvora con que las cargan son el silencio. Sin embargo, la persistencia de ciertos medios por informar, más allá del enojo y la violencia de la clase política tiene sus frutos. Trump ha generado, al menos, dos malquerencias explosivas para la estabilidad de su gobierno: los órganos de inteligencia de su país y los medios. The Washington Post, entre otros, informó de las conversaciones telefónicas del asesor de seguridad de Trump, Michael Flynn, con el embajador ruso días antes de que Trump asumiera la presidencia y antes de que él mismo fuese nombrado en el cargo, incurriendo con ello en un delito. Flynn se vio orillado a renunciar; sólo 24 días duró en el cargo.


El enojo de Trump no se hizo esperar. Inmediatamente twiteó: “La historia aquí es ¿por qué está habiendo tantas filtraciones ilegales que salen de Washington? ¿Estarían ocurriendo estas filtraciones porque estoy lidiando con Corea del Norte, etcétera?”. Lo cierto es que sus twits se recogen cada vez más con el ánimo verificar qué ocurrencia tuvo porque dan material para lo que se conoce en el medio como “notas de color”, digamos la trivia del día, pues lo mismo los utiliza para hablar de asuntos importantes como la política exterior de Estados Unidos que para defender a su hija Ivanka porque ciertas tiendas vetan sus productos.


Es cierto que Trump sabe construir muros y por lo pronto el que levantó entre él y buena parte de los medios le dará más de un dolor de cabeza. Ya generó la primera baja de su lado.


ramirezmorales.pilar@gmail.com


@pramirezmorales


Pilar Ramírez


 

 
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