La nueva investigación reaviva un debate que ha estado latente por mucho tiempo: cómo y dónde surgió nuestra especie. Una capa de polvo blanco cubre el paisaje seco de los salares de Makgadikgadi en Botsuana, una de las salinas más grandes del mundo. Pero, hace 200.000 años, este lienzo blanco podría haber estado pintado con azules y verdes de un próspero humedal. Ubicado en el medio de un árido desierto en el sur de África, el frondoso paisaje podría haber sido un lugar atractivo como hogar de los primeros humanos. En la actualidad, un polémico nuevo estudio publicado en la revista Nature argumenta que este oasis, conocido como humedal Makgadikgadi–Okavango, no fue cualquier lugar, sino la ancestral “tierra natal” de todos los humanos de hoy. Los investigadores estudiaron el ADN mitocondrial, el material genético almacenado en el centro neurálgico de nuestras células que es transmitido de madre a hijo, de los actuales residentes de todo África del sur. Luego, ordenaron la información genética en capas con un análisis de la historia del clima y la lingüística moderna, así como también las distribuciones geográficas y culturales de las poblaciones locales. Los resultados del estudio sugieren que los cambios en el clima permitieron que los sectores de la población antigua se trasladaran desde el humedal hacia nuevas formas de zonas verdes. Miles de años después, una pequeña población de estos peregrinos dejaría África e se iría a habitar todos los lugares del mundo. “Todos venimos de la misma tierra natal en el sur de África”, señala Vanessa Hayes del Instituto de Investigación Médica Garvan en Australia, quien lideró la nueva investigación. El estudio revive un debate que ha estado latente por años sobre dónde exactamente emergieron los humanos modernos en África; pero varios científicos lo han criticado duramente. Señalan que, aunque todos los humanos que viven hoy tienen ADN mitocondrial transmitido de un ancestro común (la denominada Eva Mirocondrial), esto es solo una pequeña fracción de nuestro material genético total. Así que, incluso si la sugerida población fundadora descrita en el nuevo estudio haya sido la fuente de nuestro ADN mitocondrial, es probable que muchas otras hayan contribuido al patrimonio genético que tenemos hoy. “Las interferencias de la información del mtDNA son defectuosas en esencia”, menciona en un correo electrónico Mark Thomas, genetista evolutivo del University College de Londres, y agrega que, en su opinión, el estudio equivale a un “cuento”. No obstante, Rebecca Cann, genetista de la Universidad de Hawái en Manoa quien revisó el estudio y ha dirigido estudios pioneros sobre ADN mitocondrial, argumenta que la nueva investigación es innovadora y recorre múltiples disciplinas en búsqueda de respuestas. “Esto hará que se comience a conversar mucho más sobre el tema y favorecerá muchos nuevos estudios”, menciona. Y añade que, aunque el estudio no es perfecto, “nos hará avanzar en la resolución del debate”. El rompecabezas genético El árbol genealógico de los homínidos tiene sus raíces en África. El primer fósil encontrado de nuestro género, Homo, es un fragmento de mandíbula de 2,8 millones de años descubierto en África del este. Nuestra especie, el Homo sapiens, no apareció hasta bastante después en el árbol, al menos hace 260.000 años. Sin embargo, dónde sucedió exactamente eso en África sigue siendo una cuestión de debate. Los fósiles que tienen una variada mezcla de características tanto de humanos modernos como de antiguos homínidos parecen haber estado desparramados por todo África, desde los restos de Florisbad de 260.000 años en Sudáfrica y los restos Omo de 195.000 años en Etiopía a los restos de 315.000 años de Jebel Irhoud en Marruecos. Pero, luego de haberse asado bajo el calor africano, el ADN de estos fósiles antiguos parece haberse degradado bastante. Aunque la caza de ADN antiguo continúa, muchos investigadores han comenzado a estudiar la genética de las poblaciones de África. Una de las líneas de ADN mitocondiral más profundamente arraigada es la que se encuentra comúnmente en las personas que viven en todo el sur de África, y no más de la zona de los joisanes; recolectores, pastores y cazadores que hablan lenguas que tienen sonidos de chasquidos como consonantes. Muchos estudios anteriores, entre los cuales están algunos de los estudios de Hayes, desenredan el linaje en búsqueda de pistas sobre el pasado de nuestra especie. Pero, para este nuevo estudio, Hayes y sus colegas querían precisar exactamente dónde surgió esta línea genética profundamente arraigada. Para llenar los vacíos del registro genético, los investigadores ordenaron el ADN mitocondrial de 198 individuos desde Namibia hasta Sudáfrica, algunos de los cuales se identificaban como joisanes y otros no, y los combinaron con información previamente recolectada de un total de 1217 individuos. Luego, agruparon a las poblaciones del sur de África por etnia y raíz lingüística para establecer la geografía de las personas que tenían estas líneas de ADN mitocondrial profundamente arraigadas. Y elaboraron un árbol trazando las relaciones genéticas mitocondriales hasta 200.000 años, los primeros días de nuestra especie. El análisis reveló que, por 70.000 años, las primeras poblaciones humanas se mantuvieron estables. El análisis del clima mostró que los humedales gigantes que se extendieron por todo Botsuana podrían haber sido un hogar estable para los primeros humanos. Pero luego, entre 130.000 y 110.000 años atrás, algo cambió: “Se volvieron locos”, afirma Hayes. “Todos estos nuevos linajes están comenzando a aparecer”. El estudio sugiere que es probable que los corredores verdes se abrieran durante ese periodo, primero en el noreste y después en el suroeste, lo que podría haber fomentado que los grupos se movieran hacia donde todavía viven hoy. Hayes, quien ha trabajado durante mucho tiempo con personas de todo el sur de África, analizó los resultados con los participantes del estudio poco después del análisis. “Fueron los primeros en saber del tema, mucho antes que ustedes”, cuenta. “Y adoran estas historias, realmente las adoran. Es su historia”. Eva mitocondrial y compañía De manera importante, el nuevo estudio se centra en analizar las poblaciones africanas de hoy, un descuido enorme que existió en muchos estudios genéticos anteriores. “Todo el mundo reconoce que hemos estado estudiando europeos durante demasiado tiempo”, señala Joshua Akey, genetista de la Universidad Princeton. “A medida que se realicen estudios y se tomen muestras de más diversidad genómica humana, tendremos un conocimiento más profundo y claro de la historia humana”. A grandes rasgos, los resultados del nuevo estudio ofrecen un cuadro similar que el que ofrecieron algunos estudios pasados: las poblaciones del sur de África de hoy esconden una profunda línea genética mitocondrial. Pero los detalles de lo que el último análisis reveló siguen sin estar claros, indica John Hawks, paleoantropólogo de la Universidad de Wisconsin-Madison. Y señala que es difícil saber si las poblaciones que viven en esas regiones hoy son las mismas que las que vivieron hace cientos de miles de años. Como resultado, es posible que los investigadores estén rastreando migraciones masivas por todo el sur de África. Pero también es posible que haya habido algo beneficioso en la genética mitocondrial que haya hecho que obtuviera una ventaja selectiva que le permitiera al ADN propagarse sin cambios de población masivos. “Es darte una parte de la historia completa de la evolución a una resolución muy alta, y eso es bastante genial”, menciona Hawks. “Pero es probable que quieras la historia completa”. El ADN mitocondrial representa una ínfima parte de nuestros genomas: aunque contiene alrededor de 16.500 pares de bases, el ADN nuclear tiene más de tres mil millones, explica Carina Schlebusch, genetista evolutiva de la Universidad Uppsala en Suecia. Desenredar la información en nuestros genomas completos augura un cuento aún más complejo. Los investigadores han elaborado árboles similares para el ADN del cromosona Y, que es el material genético presente en hombres. Aunque los detalles siguen siendo confusos, da pistas de una ramificación de la línea genética en algunos humanos modernos que viven en Camerún, al oeste de África. Y agrega que “en nuestros otros cromosomas, tenemos millones de estos puntos separados que se dividen en poblaciones que, probablemente, también tengan sus propios ancestros en el pasado”. Rastrear esos otros ancestros es otro tema. La señal del ADN nuclear es extremadamente compleja. Lo que sí sabemos de los genomas completos de los africanos es que los resultados de este estudio no están tan lejos de los estudios pasados que señalan los orígenes humanos en el sur de África”, indica Brenna Henn, genetista de población de la Universidad de California, Davis, quien ha estudiado exhaustivamente la historia de la población africana. Sin embargo, los científicos todavía siguen descubriendo nuevas maneras de estudiar el ADN nuclear. No pueden simplemente echar un vistazo al código genético para leerlo como si fuese un libro. Se necesitan procesamiento y modelado intensivos para entender lo que todo esto significa y las suposiciones realizadas durante el análisis pueden afectar el resultado. También hay algunas pistas de que todavía hay mucho que aprender. Diversos estudios señalan la presencia de ramificaciones aún más primitivas de poblaciones “fantasma” que se entremezclaron con nuestra especie, y dejaron detrás pequeñas huellas de su ADN en algunos grupos africanos. “No sabemos dónde encajaron, no sabemos quiénes eran, pero sí sabemos que han estado dando vueltas hasta hace muy poco”, indica Hawks. Talando el árbol genealógico global La complejidad de nuestro panorama evolutivo ha hecho que, recientemente, muchos investigadores hayan repensado la idea de que surgimos de un único lugar que se ramificó en un árbol genealógico global. Por el contrario, sugieren que nuestra especie evolucionó desde muchos puntos de África, como una red o cauce trenzado con varias entradas, bifurcaciones y algunos riachuelos, que se vuelven a incorporar, que nos llevan a la imponente mezcla que fluye por nuestras venas. “Realmente no veo razón para casarnos con algún lugar en particular”, señala Thomas, coautor de un informe reciente que desafió la idea de un único origen para nuestra especie. Los autores del nuevo estudio reconocen que nuestra especie podría tener orígenes múltiples. Pero todavía no hay datos suficientes para decir que efectivamente eso es lo que sucedió, señala la coautora del estudio Eva Chan, genetista de estadísticas del Instituto de Investigación Médica Garvan. Y el último trabajo fue un intento multidisciplinario para llenar los vacíos en el panorama de la historia evolutiva. “Eso no quiere decir que tengamos el panorama ahora”, señala. “Gracias a la información moderna, el panorama seguirá cambiando”. Asimismo, todo este trabajo da vueltas sobre la definición cada vez más desconcertante de una especie. Aunque a los humanos les gusta clasificar todo, la naturaleza no encaja en prolijas categorías, indica Schlebusch. No hay líneas claras entre una especie y la siguiente; todo funciona en tonalidades de gris. Y, sin duda, la polémica sobre nuestros orígenes continuará. A diferencia de muchos otros campos de estudio, la evolución humana no es algo para lo que puedes diseñar experimentos con el fin de probarla, agrega Akey. Pero, nuevamente, tal vez los científicos necesiten repensar el debate en su totalidad. “Tal vez la pregunta que nos estamos haciendo no es la correcta”, añade. “Tal vez necesitemos una pregunta con mayores matices”.
Con información tomada de Nathional Geographic. |