Con ello se buscó que el gobierno fuese eficiente en su aparato de gestión pública, incluidos servicios públicos; aspecto que en UK evitó que los monopolios públicos se volvieran monopolios privados y se pudiera dar paso a los llamados proyectos públicos privados (PPS).
Pero en México nunca se implementó una nueva administración pública al parejo con su reforma económica, para evitar, por ejemplo, que las empresas públicas se volvieran monopolios privados, al dejar de ser el Estado propietario; lo que agudizó, además, la ineficiencia de las empresas públicas que se conservaron y los servicios públicos en manos del Estado.
Recientemente ello ha permitido que se incremente la corrupción, al permitir en las instituciones y empresas públicas el desorden, desorganización, falta de transparencia y rendición de cuentas.
Así, la corrupción se ha acrecentado bajo el supuesto del bienestar de la población, terminando por dilapidar aún más los recursos públicos; implantando, así, un sistema de control y gobernanza pública unipersonal, de prebendas y abusos para los intereses de grupo y de partidos políticos.
En el desorden público todas las órdenes absurdas son posibles. Hasta las ocurrencias. La neoreforma pública de los órganos autónomos mexicanos esencialmente busca institucionalizar el control del aparato público por parte de intereses de grupo para fines políticos. Por ello las órdenes perversas dentro del desorden administrativo serán más fáciles de cumplir.
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