“Va a haber fiesta”, dijo uno de los vigilantes del juzgado de Pacho Viejo. Y sí que la hubo, aunque el festejado aun no llegaba, ni tampoco sus padrinos.
A las 10:06 de la mañana de este lunes, el ex secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita llegó a la sala tres de juicios orales, encadenado, pero no porque su primer regalo haya sido un juguete sexual, sino porque al fin preso, el trato debe ser –casi- igual.
Y ahí, una veintena de personas lo esperaban. Lo abrazaron como si fuera una estrella de Rock and Roll o presidente de la nación...
Bermúdez, con una sonrisa en el rostro, estiraba la mano tanto como se lo permitía el grillete que empezaba en sus manos y acababa en sus pies. Abrazó a sus hermanos, a su novia, a sus parientes, a unas mujeres que hicieron fila para esperar el turno.
Pacientes, los custodios del Centro de Reinserción Social de Pacho Viejo, esperaron a que terminara de besar a cuanta mujer se le puso enfrente. Bermúdez, el ex duartista acusado de desaparición forzada, asesinatos y represión contra diversos sectores sociales, era ovacionado a solo unos minutos de ingresar a su audiencia intermedia, la que lo prepara para su juicio.
Su ya conocido chaleco Ralph Lauren no ha logrado esconder la delgadez de la que ahora es objeto el colaborador de Javier Duarte más cuestionado por la sociedad veracruzana, pero más apapachado por el ex jefe.
Y la fiesta empezó. Empezó por darle un revés y autorizar que sus cómplices Roberto Esquivel Hernández y Alejandro Contreras Uscanga comparezcan por separado, con sus propias pruebas, con su propia estrategia, pese a que Bermúdez considera que esto es “un proceso injusto”.
La celebración siguió con la ráfaga de pruebas que la Fiscalía General del Estado acumuló en su contra todo este tiempo: 61 medios, todos admitidos. Hay informes de cuando autorizó a su amigo Esquivel el contrato que los mantiene bajo proceso, hay actas constitutivas de sus empresas, hay actas de nacimiento hasta de su mamá.
Y aunque en esta fiesta no la invitó, en la siguiente debe estar presente, vaya hasta su esposa, con la que dice él que ya no se lleva. En una de esas hasta le da una sorpresita poco agradable.
Tras casi cuatro horas de receso, en la reanudación, la sala tres fue un verdadero espectáculo. Ahí reían y bromeaban los amigos del “general”.
Hasta el frente, sentado entre sus abogados, le hicieron llegar lunetas. Tomó pocas y las regresó a su novia, siempre sonriente. Luego, le ofrecieron un jugo, que aceptó gustoso. Unos minutos después, un hombre ingresó por la puerta principal con una bolsa.
Se la untó a dos personas y enseguida reconocieron el contenido. Eran helados, hielitos, bolis, como sea que le conozcan. Y sin más, los repartió entre los asistentes, que ya tenían en el suelo botellas de refrescos y envolturas de frituras, una fiesta pues.
Y como dicen, todo es risa y diversión hasta que presentas tus apenas 10 datos de prueba y la juez decide desecharte ocho por ser improcedentes y sobreabundantes. Así, Bermúdez se prepara para la continuación de esta celebración, aún sin fecha por amparos que solicitó y no se han resuelto.
Al menos, de esta primera parte de su festejo, se sabe que el “after party” fue en el exclusivo centro –de reinserción, no nocturno- de Pacho Viejo. Ahí guardado, espera la segunda parte de su fiesta, en la que no, no todo fue risa y diversión.
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