“Safiro” funcionó con celulares, teléfonos programados para enviar datos a una plataforma digital general, en la cual se registraron resultados de algo que se desea medir, en este caso votaciones.
El teléfono –con la debida incorporación de una aplicación especial que le fue instalada-- funcionó lo más parecido a un lector electrónico o digital, y a través de unas hojas con números codificados, se detectó cuantas personas votaban.
Si esto se hacía cada hora por ejemplo, en todo el estado, en la plataforma general se recibía mucha información al mismo tiempo; por lo tanto, se podía saber cómo transcurría la contienda y se podía tener un aproximado de cuántos votos se llevaban contabilizados.
Pero además, la peculiaridad de “safiro” es que gracias a su sofisticado sistema, se podía saber –por ejemplo— en tiempo real, no sólo quiénes de los electores habían acudido a las urnas, sino también quienes no lo habían hecho.
Entonces, al detectar que un votante determinado no había acudido a las casillas, de inmediato los operadores priistas le llamaban al sujeto para que fuese a “cumplir”, en virtud de que ya le habían comprado el sufragio mediante dinero o la entrega de prebendas.
Pero aquí el detalle es que el dichoso operativo “Safiro” falló en el estado de Veracruz al medio día de ese domingo 5 de junio. En otras palabras, el sistema se les “cayó”, y los rojos ya no pudieron hacer nada. El comando central se encontraba en un edificio de esta capital. Algo pasó. Las computadoras colapsaron.
“Safiro” tampoco funcionó en otras entidades federativas –porque el plan fue nacional, instrumentado por el CEN tricolor—, ya sea por fallas en el sistema o porque simplemente el voto anti PRI fue abrumador y no hubo nada ni nadie que parara la debacle electoral.
Lo cierto es que en “Safiro” Enrique Peña Nieto y Manlio Fabio Beltrones gastaron muchos millones de pesos que fue como aventarlos a un basurero. |