En esta década, muchas personas de todo el mundo se despertaron ante esta cruel realidad: el cambio climático ya está aquí, está sucediendo ahora y es probable que muy fácilmente se vuelva mucho pero mucho peor.
Estos 10 años estuvieron marcados por una serie de eventos letales, dramáticos y devastadores. Los huracanes como Sandy, María y Harvey fundamentalmente cambiaron a las comunidades por las que pasaron, dejando atrás cicatrices que siguen siendo difíciles de curar. Olas de calor cada vez más fuertes forzaron a comunidades de todo el país y del mundo a soportar sofocantes y peligrosos calores. Los incendios forestales anularon cientos de miles de hectáreas en un santiamén.
Había récords climáticos por doquier. ¿El año más caluroso para la atmósfera del planeta? Sí. ¿El año más caluroso para sus océanos? También. ¿Sin precedentes, enclenques y pequeños deslizamientos de hielo marino del Ártico? Sí, sí y más sí.
La fuerza subyacente de los cambios es indiscutible. Las crecientes y constantes concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, causadas principalmente por los seres humanos quemando combustibles fósiles, están reteniendo calor extra cerca de la superficie de la Tierra. Eso calienta a la Tierra en su conjunto. El resultado es evidente—un planeta más caliente—como increíblemente complejo a medida que los cambios se suceden por los océanos, la atmósfera, el suelo, las rocas, los árboles y toda criatura viviente del planeta.
“Esta fue una década terrible”, señala Leah Stokes, experta en políticas públicas de la Universidad de California, Santa Barbara. “Hagamos que la próxima sea menos mala”.
Batimos récords... grandes y chicos
La última década fue la más calurosa registrada, y lanzó una advertencia para todos aquellos que estuvieran prestando atención. En promedio y con los años, las temperaturas anuales fueron de un poco menos de 1 grado centígrado, más altas hoy de lo que fueron desde 1950 a 1980; solamente en los últimos cinco años se registró el tramo más caluroso de la historia. Hasta ahora, el 2019 está perfilándose como el segundo año más caluroso, alrededor de 0,94 grados centígrados por encima del promedio a largo plazo.
Ese número puede no parecer mucho, pero sus efectos son enormes. Cada pequeño cambio en el promedio aumenta la posibilidad de eventos de extremo calor. Y dichos pequeños cambios en la cantidad total de calor almacenado en los océanos, el aire y el agua puede tener grandes efectos en el planeta.
Por ejemplo, los científicos creen que el planeta estaba solo 6 grados centígrados más frío, en promedio, durante la última era de hielo hace aproximadamente 20.000 años. Pero, en ese momento, una gigante capa de hielo cubría a América del Norte y se extendía al sur hasta Long Island. El mundo se veía muy diferente y hubo solo un pequeño cambio en la temperatura promedio.
Las temperaturas más calurosas también están subiendo, exactamente lo que esperaban los científicos. A medida que el promedio sube, la probabilidad de momentos extremadamente calurosos crece. Efectivamente, los eventos de calor “extremo” han llegado con mayor frecuencia durante la última década y solo se puede esperar que ese patrón se intensifique.
Hay otro aspecto importante respecto del calentamiento general: no sucede uniformemente durante el año o en relación a las distancias. Los inviernos están calentándose más rápido que los veranos. El cambio en las temperaturas mínimas entre 2009 y 2018 (los últimos diez años de los que tenemos registros; los registros de 2019 no existen todavía) fue de 1 grado centígrado. Con los inviernos más benignos viene un conjunto de cambios inquietantes que redefinen el ecosistema: las primaveras más tempranas provocan un desequilibrio entre los polinizadores y los periodos de floración de las plantas; más nieve y menos lluvia, y nieve que se derrite tempranamente, afectan la disponibilidad de agua durante el verano y el invierno; los lagos descongelados, el permahielo derritiéndose y el agua de superficie aparecen donde debería haber hielo.
Un cambio igualmente alarmante y aún más notable es evidente en los océanos. Aunque las temperaturas del aire tienden a ir y venir año a año dado que responden a grandes patrones como El Niño, el fenómeno climático de calentamiento de agua en el Pacífico, el océano pule la señal ya que absorbe todo el calentamiento que ha tenido lugar en los últimos años. Responde más lentamente y más constantemente a los cambios que se dan sobre su superficie y lo que nos está diciendo es claro.
El océano ha absorbido más del 90 por ciento de todo el calor extra del cambio climático provocado por el hombre y esa señal ya es evidente en las temperaturas de la superficie. Las olas de calor marinas, como las olas de calor que sentimos en la tierra y los cambios aún más grandes, esos que pueden afectar los patrones de clima en todo el planeta entero, podrían llegar más rápido de lo que creemos.
Una historia helada nos cuenta que estamos en problemas
Durante la década pasada, el hielo de la Tierra sirvió como la señal más notoria del cambio. El Ártico experimentó un calentamiento de 1 grado centígrado, solo en la década pasada, comparado con el grado C de los últimos 50 años para el planeta entero. Y sus paisajes helados y congelados están respondiendo exactamente de la misma manera que predijeron los científicos.
En 2012, casi la totalidad de la capa de hielo de Groenlandia se convirtió en aguanieve, cascadas de deshielo chorreando hacia las aguas costeras. Y el debilitamiento ocurrió una vez más y otra vez más. Además, el hielo marino del Ártico tocó fondo y llegó al nivel más bajo registrado en 2012 y ha rondado bajos niveles históricos desde ese entonces, distorsionando los patrones climáticos “normales” que dependen del frío del Ártico.
Los imponentes glaciares de la Antártida occidental, hogar de hielo suficiente como para elevar tres metros o más los niveles del mar en caso de derretimiento, han comenzado un retroceso inexorable. Hoy en día, casi todos los glaciares de las altas montañas de la Tierra están reduciéndose, lo que hace que se reorganice la vida en esas zonas elevadas. Y también está afectando a la vida que hay debajo, ya que mil millones de personas dependen del agua que durante mucho tiempo se ha obtenido de la nieve y el hielo que se encontraba en los altos picos de las montañas.
Tanto el calor atrapado en el océano como el derretimiento del hielo contribuyeron a los niveles récord del mar en casi todo el planeta. Un océano más cálido se expande impulsando esos niveles más alto y, simultáneamente, el derretimiento proveniente de Groenlandia y la Antártida ha sumado alrededor de 36 milímetros de agua dulce a los océanos del mundo en los últimos 10 años, y la tasa está aumentando cada año. La inyección de agua dulce está cambiando la composición del océano en el extremo norte, que, a su vez, está ralentizando, con efectos inciertos pero negativos, la cinta transportadora de corrientes del norte al sur, la cual controla el clima del mundo.
Detrás de todo este cambio hay un claro motor: el dióxido de carbono atmosférico. En 2009, las concentraciones de CO2 atmosférico rondaron las 390 partes por millón. Para 2014, el número pasó las 400 partes por millón. Hoy estamos alrededor de 410 ppm. El planeta no ha tenido concentraciones tan altas desde hace, al menos, 2,6 millones de años. Y, por ese entonces, no existían las capas de hielo en las regiones polares del norte y los bosques crecían en la Antártida, los niveles del mar estaban probablemente 12 metros más altos que hoy, y el planeta, en su totalidad, operaba en condiciones diferentes.
“Esta última década fue muy importante y bastante mala”, señala Kate Marvel, científica especializada en clima de la Universidad Columbia y del Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA. “Tenemos que cambiar para que la próxima sea diferente”.
¿Cómo cambiaron los comportamientos de las personas respecto del cambio climático?
Los patrones físicos del cambio climático se están volviendo cada vez más claros. Junto con esos cambios físicos, los comportamientos de las personas también se están modificando.
Anthony Leiserowitz, director del Programa de Yale sobre Comunicación de Cambio Climático, explica que, durante la década del 2000, los estadounidenses se involucraron con el cambio climático. Un informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático del 2007 fomentó el diálogo sobre cómo lidiar con el problema, así como también lo hicieron las comunidades políticas. Los científicos estaban alzando su voz.
Pero, la creencia de que el clima estaba cambiando, y ni hablar de la creencia sobre si deberían buscarse soluciones, cayó precipitadamente en los Estados Unidos entre 2008 y 2010 debido a un conjunto de razones políticas y sociales. Leiserowitz indica que la primera parte de la década se consumió reconstruyendo la atención y el interés en el cambio climático como una cuestión fundamental.
Al mismo tiempo, los científicos han desarrollado nuevas técnicas para determinar exactamente cuánto más probable podría ser un evento—como un huracán, una ola de calor o un incendio forestal— por el cambio climático. Pueden relacionar los patrones más amplios del cambio directamente con un fenómeno meteorológico. Ese tipo de relación explícita está cambiando la manera en que las personas piensan la cuestión más amplia, dice.
Por ejemplo, el cambio climático sobrecargó al huracán Harvey, y le agregó un 20 por ciento extra de lluvia a lo que podría haberse esperado. Los mensajes claros que relacionan la ciencia con el impacto influyen en la manera en que las personas entienden las causas de dichos eventos.
En los últimos años, el interés y la preocupación públicos respecto del cambio climático han crecido dramáticamente. En 2010, el 59 por ciento de los adultos estadounidenses que el programa de Yale había encuestado pensaba que el calentamiento global estaba sucediendo; para este año, ese número llegó al 67 por ciento. En 2009, el 31 por ciento de quienes respondieron a la encuesta creía que el calentamiento global podía afectarlos a ellos personalmente; para este año, ese número llegó al 42 por ciento.
Y, en el último año, la acción climática ha explotado entre los jóvenes. Los activistas jóvenes se están reuniendo, de a millones, para dirigir la atención a sus futuros robados. Los equipos científicos están emitiendo advertencias cada vez más importantes. La atención global hacia el problema y las potenciales soluciones están creciendo. Pero, al mismo tiempo, las medidas que se han tomado hasta ahora están lejos de ser suficientes.
“Muchas personas están comenzando a atar cabos”, menciona Leiserowitz. “Dicen, ‘¿oh cielos, este fenómeno, es por el cambio climático?’ Y gran parte de la población está comenzando a verlo también, ‘¿qué es esto de que hay un fenómeno récord tras fenómeno récord? ¿Están conectados?’”.
“Fue una década muy mala”, afirma Stokes. “Me atrevo a decir que perdimos 9 años de la década y realmente empezamos a hacer algo en los últimos 12 meses. Hay una nueva energía y dinamismo”, y ella cree que eso indicaría que, con suerte, la próxima década podría ser diferente a la última en relación al clima.
Esta historia ha sido actualizada para reflejar la última información del NOAA respecto de las temperaturas calurosas en 2019.
Con información tomada de National Geographic. |