La ex funcionaria -que ocupó el cargo de 2012 a 2015- es citada afirmando categóricamente que “en toda mi carrera nunca había visto una escena del crimen tan alterada” al referirse a la casa de Regina Martínez en donde, entre otras irregularidades, “la policía local había aplicado una cantidad excesiva de polvo revelador y deterioró las huellas digitales encontradas en los objetos de la casa”.
Esto habría sido hecho con total intencionalidad. “No fue un accidente. Revelar huellas correctamente se aprende en primer año de criminología y este error no ocurrió solamente una vez”, señala Laura Borbolla en el reportaje.
Urgido por cerrar el caso cuanto antes, el gobierno de Javier Duarte de Ochoa, a través de la entonces Procuraduría de Justicia del Estado a cargo de Felipe Amadeo Flores Espinosa, fabricó la versión del crimen pasional/robo como móvil del crimen y achacó la responsabilidad en dos sujetos, unos malvivientes que según la dependencia fueron invitados por la propia Regina Martínez a su casa, lo cual, para cualquiera que conociera el régimen de vida de la periodista y su permanente desconfianza, siempre fue totalmente absurdo.
De los dos implicados, solo uno está en prisión: Jorge Antonio Hernández Silva, alias “El Silva”, quien purga una condena de 38 años de cárcel que no llegará a cumplir, pues es seropositivo y no recibe atención médica adecuada. Del otro, José Adrián Hernández Domínguez, alias “El Jarocho” y a quien se identificó como el asesino material, nunca se supo oficialmente nada acerca de su paradero, aunque algunas versiones periodísticas de la época lo ubicaban como cercano a los círculos de la Procuraduría veracruzana.
El reportaje de Forbidden Stories establece que en el expediente del caso se admite que nunca se encontraron huellas de “El Silva” en el lugar del crimen y que lo único que lo vincula con éste es la supuesta versión de un “testigo” que dijo verlo junto con “El Jarocho” en la colonia donde vivía Regina Martínez, el barrio bravo de El Dique. Y Laura Borbolla asegura que nunca encontró al supuesto testigo, que lo más seguro es que haya sido un invento más de la Procuraduría de Flores Espinosa. Aunque refiere que en la casa de la periodista se encontraron las huellas de otras dos personas que nunca fueron identificadas.
Mientras decía que investigaba, el gobierno duartista intentó con ahínco y con todo el poder del Estado desacreditar la imagen de Regina, incluso filtrando entre sus medios y columnistas “aliados” (cómplices, mejor dicho) la historia de su supuesto lesbianismo y “vida disipada” -ambas mentiras descaradas-, hecho con el que precisamente inicia la pieza periodística difundida este domingo y que se atribuye a la propia coordinadora de Comunicación Social y vocera duartista, Gina Domínguez Colío, señalada como la encargada de “colocar” la infamia entre los periodistas que reporteaban los pormenores del asesinato.
La publicación de este reportaje -junto con otro dedicado por entero a exponer presuntas vinculaciones e incluso reuniones de Fidel Herrera Beltrán con criminales europeos y narcotraficantes mexicanos mientras se desempeñó primero como gobernador de Veracruz y luego como cónsul de México en Barcelona- ha causado un gran revuelo que debiera llevar a la reapertura oficial del caso del asesinato de Regina Martínez y a una investigación del crimen a partir del trabajo periodístico que realizaba y de los intereses y personajes de la política local que afectaba, y que no se limitaban exclusivamente a Fidel Herrera.
¿Será por eso la reacción -cobarde- de Javier Duarte, quien enterado de la inminente publicación del reportaje -lo que revela que aún encarcelado mantiene redes que le informan hasta de lo que no se ha difundido en los medios- salió el sábado a gimotear en Twitter, deslindándose de responsabilidad en el asesinato de Regina, la cual no se le achaca en ningún momento? Al parecer lo traicionó el subconsciente. O lo que sabe que debe.
Regina merece justicia. Y casi nueve años después ha vuelto para reclamarla. No la podrán callar.
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