Las complicidades entre narcotraficantes y funcionarios de los tres niveles de gobierno han quedado registradas en libros como “Todos están adentro”, del periodista Miguel Ángel López Velasco, (a) Milo Vela, ejecutado en junio de 2011 junto con su esposa e hijo en el puerto de Veracruz.
El libro del desaparecido columnista porteño alude al anecdótico caso del Llano de la Víbora, una ranchería del municipio de Tlalixcoyan, donde en 1991 se dio un enfrentamiento entre soldados y agentes federales que supuestamente venían persiguiendo un narcoavión procedente de Colombia, y que había descendido en una aeropista clandestina para reabastecerse de turbosina y continuar su vuelo hacia el norte del país.
Como se recordará, este episodio que implicó al Ejército confrontó al abogado pozarricense Ignacio Morales Lechuga, a la sazón procurador general de la República, con el entonces presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Jorge Carpizo McGregor.
La historia oficial concluyó que los siete agentes judiciales de la PGR muertos fueron acribillados por los soldados que los “confundieron” con narcotraficantes.
Del sexenio del ex gobernador Agustín Acosta Lagunes (1980-1986) se recuerda la masacre de 22 agentes judiciales federales en la selva del Valle de Uxpanapa, donde por esos años operaba un narcotraficante conocido como el “Güero Polvos”, que posteriormente algunos identificarían como Héctor “El Güero” Palma.
En mayo de 2002, al ser detenido Albino Quintero Meraz, (a) “Don Beto” o “El Orejón”, por el Ejército en la ciudad de Veracruz, quedó al descubierto que el capo procedente de San Luis Río Colorado, Sonora, aliado al líder del cártel de Sinaloa, Joaquín “El Chapo” Guzmán, poseía una residencia al lado de la del entonces gobernador Miguel Alemán Velasco, en el fraccionamiento Costa de Oro, en la zona conurbada Veracruz-Boca del Río.
Con Javier Duarte, en septiembre de 2011, aparecieron los llamados “Matazetas”, que en plena luz del día arrojaron 35 cadáveres en la zona hotelera de Boca del Río que estaba acordonada por la Marina y el Ejército, ya que ahí estaba por celebrarse la Reunión Nacional de Procuradores presidida por la titular de la PGR Marisela Morales.
Este lunes, a través de las redes sociales, Javier Herrera Borunda, hijo de Herrera Beltrán, escribió lo siguiente: “El día de hoy veo reportajes donde de manera soez e injusta calumnian a mi padre. Es claro que dichos reportajes carecen del rigor metodológico que la profesión del periodismo entraña, pues se basan en testimonios de oídas de terceros, carentes de todo valor, muy acordes a los tiempos políticos.
“Mi padre nunca ha tenido problemas con autoridad alguna, ni nacionales y mucho menos internacionales.
“El hecho real es que todas y cada una de estas infames calumnias ya habían sido hechas en el pasado. Todas fueron desmentidas por la realidad y aclaradas a plenitud en su momento.
“Él, hace años, dejó la vida pública para concentrarse en su salud.
“Agradezco los mensajes de cariño y afecto que he recibido en las últimas horas, su legado de servicio habla por él”, escribió Herrera Borunda, delegado del PVEM en la zona sur de Veracruz y presunto aspirante a diputado federal por el distrito electoral de Cosamaloapan, de donde es nativo y fue representante popular su padre Herrera Beltrán.
Sin embargo, ¿cómo explicar que grupos criminales sanguinarios como el de Los Zetas se hayan arraigado precisamente en Veracruz durante la administración del cuenqueño que en la actualidad padece todavía las secuelas de un primer derrame cerebral ocurrido hace más de dos años? |