No, a ella no la mató la Covid-19 ni las malas costumbres alimenticias en que tantos caemos. Toda la vida se conservó esbelta, siempre fue frugal en sus consumos y en su vida. Falleció tal vez de un problema hereditario. Su padre, el doctor Roberto Pineda Landa, también padeció una grave embolia que lo mantuvo atado a una silla de ruedas los últimos años de su existencia.
Pero Patricia era hija de la tía Teche, doña Esther Levet Lambert, una muy buena segunda madre para mí y para mi hermano, que tuvimos una primera de primera.
Y era tan buena madre que tuvo muchos hijos, tantos como siete. Seis le sobrevivieron y ella tuvo que supervivir al accidente que le arrebató a su primogénito, Roberto Stelio, cuando tenía 18 años apenas. Pero tuvo alientos ara insuflar vitalidad y ánimo a mis otros primos: Patricia, Esther, Paco, Martín, Beatriz, Gloria, Irene.
Hoy se ha ido la mayor que quedaba de esta familia querida. Fue una ciudadana de bien, una veracruzana que puso su grano de arena como todos lo hacemos (menos un grupúsculo de insensatos en el poder) para que este estado sea el mejor de México, del mundo y del universo.
Hoy la quise recordar como lo haremos en adelante quienes la conocimos y la quisimos. Y en medio de la pena, a todos nos queda el consuelo de que está mejor allá arriba, pasándola muy bien con su adorada madre.
Qué divertida se deben estar dando…
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