Comenté que muchos que no quieren aceptar el pinchazo salvador caerán en la enfermedad y enfrentarán una muerte muy fea, si es que hay alguna bonita.
Y decía que la familia del enfermo permanece afuera del hospital a la espera de noticias sobre el estado de su pariente, que llegan muy espaciadamente y casi siempre son poco alentadoras…
El Gobierno afirma que los tratamientos para la Covid-19 son gratuitos, pero sucede que en los hospitales públicos tienen pocos elementos para controlar la enfermedad y sucede a menudo que los médicos se acercan a los padres, a los hermanos, a los hijos del covidoso y les piden que consigan oxígeno o algunos medicamentos que no hay en la clínica y escasean para su venta en la calle.
Ese es otro viacrucis: el de ir farmacia por farmacia, empresa por empresa, para encontrar el aparato o la sustancia que su cercano necesita para seguir alentando vida.
Por eso muchos nos indignamos cuando alguien decide no ponerse la vacuna, sólo porque se lo dijo un vecino o lo leyó en una dudosa página digital que no contiene información certificada y seria.
Y las peores son las seudocientíficas, ésas en las que aparece una persona con apariencia seria y cara de especialista, y que de inmediato se pone a soltar barrabasadas que no tienen ningún sustento.
Hay también una corriente de personas que se inclinan por creer todo lo que niega el conocimiento humano y el avance de la civilización. Y con tal de convencer al de enfrente son capaces de inventar cualquier mentira y decir cualquier barbaridad.
Estamos en días en que todavía es posible enmendar e ir a que le pongan la vacuna al viejo que no quiso hacerlo, a la abuela que tenía miedo y la espantaron más.
La vacuna, señores ignorantes, es el fruto del trabajo de los especialistas más reconocidos en todo el mundo, que se unieron para vencer a este flagelo de la humanidad que se llama coronavirus.
¡Y lo estamos derrotando!
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