La prensa nacional da cuenta que al menos 34 candidatos o aspirantes a un cargo de elección popular han sido asesinados de septiembre a la fecha en todo el país, mientras que para el presidente López Obrador, la violencia es magnificada por los medios de comunicación.
“Es amarillismo”, sostuvo en su “Mañanera”, al tiempo que acusa al “Conservadurismo” de estar en contra de su proyecto.
Olvida o no da importancia al hecho que horas antes de su tronante declaración era atacado a balazos Hugo Bobadilla Gutiérrez, candidato del PT a una diputación local en Morelos o que Jorge Alberto Alonso, candidato a la alcaldía de Guerrero era baleado y que el martes pasado Alma Rosa Barragán, candidata a la Presidencia Municipal de Moroleón, Guanajuato, era asesinada a balazos y Omar Plancarte del Partido Verde secuestrado en su rancho de Michoacán.
Han sido, hasta el momento de escribir esta columna, 476 hechos delictivos de carácter político electoral registrados en los últimos meses de los cuales 31 fueron asesinados y donde Veracruz está en primer lugar.
“Procuremos vivir en paz y que no se agreda a nadie”, llama López Obrador en momentos en que el crimen golpea a 27 estados de la república y en donde habrá que insistir en que Veracruz, está en primer término con 24 hechos de violencia y muerte.
Ayer ante la Conago, Olga Sánchez Cordero, Secretaria de Gobernación, advirtió de que cara a la jornada electoral del 6 de junio el mayor riesgo de “gobernabilidad y al proceso electoral” es el crimen organizado.
No aclara si el crimen organizado parte de la estructura gubernamental, aunque queda claro que quienes están preocupados son los hombres del poder y no los partidos de oposición que van por él.
Acaso por ello viene “como anillo al dedo” la embestida del diario británico “The Economist”, que en su editorial en primera plana sostiene que “los votantes deberían frenar al presidente mexicano hambriento de poder, rechazando a su partido, y la oposición debería trabajar junta”.
Dice además que el mexicano es un presidente que piensa viejo y es incompetente en su gestión por lo que los votantes deben reducir su hambre de poder ya que “López Obrador persigue políticas ruinosas por medios impropios”.
Por respuesta AMLO receta a sus detractores untarse Vitacilina para evitar las irritaciones por el éxito de sus acciones de gobierno.
Por respuesta, el columnista más leído de México responde que López Obrador es un político mercurial e incandescente, vitriólico y rencoroso que difícilmente se queda callado.
El punto es que México está en llamas a escasos 9 días de las elecciones.
Llaman la atención fotografías en las primeras planas de los diarios de México en donde se observa a los candidatos enfundarse chalecos antibalas y moverse en vehículos blindados en previsión de ataques armados.
En Veracruz si bien hay temor no se percibe inhibición por salir a votar.
En regiones del norte, centro sur de la entidad se respira alegría, digamos, alegría cívica por participar en la jornada del 6 de junio. Hay ánimo por acudir a las urnas, es un ánimo alimentado por la propia oposición que prohíja el cambio a través del voto contrario a Morena a quien, retomando a los clásicos, se va a mandar ¡Al carajo!
Mientras Morena trae un juego extraño.
Salvo determinadas plazas como Xalapa donde gobierno y candidato son lo mismo, no hay registro de campañas. Morena no se ve. No se siente. No hay proselitismo. No hay inversión propagandística. No hay visitas domiciliarias. No se conoce a los candidatos.
Los morenos están a la espera del milagro del “Efecto Peje”. De hecho, se observan muy apejados por calificarlos de alguna manera.
El 6 de junio, sin embargo, no espera.
Tiempo al tiempo.
*El autor es Premio Nacional de Periodismo |