Esa apertura tardía de las casillas, la presunción de boletas electorales decomisadas por la ciudadanía en Minatitlán; pescar a operadores morenos repartiendo dinero en día de la elección y gestar aislados brotes de violencia para inhibir el voto, fueron parte de la operación electoral.
Todo ello previo al retiro de la policía local y quita de armas en plazas en riesgo de derrota como Orizaba, Zongolica, Papantla, Jilotepec y Martínez de la Torre, en donde, en ésta última plaza se consumó el secuestro de la madre del alcalde Octavio Pérez Garay, Marina Garay, en clara advertencia al edil de que sacara las manos de los comicios.
En Coatzacoalcos la maniobra fue perfecta.
Siendo la tierra de Rocío Nahle, quien tras la aplastante victoria electoral de Morena se coloca al frente de la fila, la instrucción fue, aparte de la compra del voto, alcanzar una mayoría numérica inobjetable.
Así la numeralia no dio ningún chance a Carlos Vasconcelos quien iba por la Alianza PAN-PRD-PRI y el resultado fue zapato; ni la casilla donde votó ganó ¿Qué pasó ahí?... ¡Magia!
La misma magia sucedió en Alvarado en donde los números están alterados en contra del candidato ganador de la alianza PAN-PRD-PRI, Tavo Ruiz advertido de que abandone el triunfo ya que su vida está en peligro.
El ganador revela que el presidente de OPLE en Alvarado “negoció con la candidata del Partido Verde, hasta lo vieron salir de su casa”.
Y en Tuxpan José Manuel Pozos, de Morena, quien nunca puso un pie en los últimos dos años en la región se impone de manera aplastante ante el asombro de Pepe Mancha de la Coalición Opositora y el mismo Beto Silva del Verde, quien presumen relleno de urnas y alteración de actas, todo un desmadre.
Y todo suma.
La sorpresiva visita del presidente López Obrador dos semanas antes de la elección a la Costa Esmeralda quesque para supervisar y dialogar con ejidatarios renuentes a ceder sus tierras para la terminación de un viejo tramo carretero.
Y ese por demás sospechoso préstamo de último minuto de 2 mil millones de pesos contratado por el gobierno de Cuitláhuac García. Fue un empréstito que se sucede cuando su gobierno ha regresado 10 mil 403 millones de pesos a la federación porque no los ejerció en obra pública.
¿Por qué, ahora sí, en la víspera electoral contrató un nuevo crédito a pagar en 20 años?
A dicho sospechosismo se suma una acción nacional con denominador común emprendida por Morena y aplicada de manera localizada en Tamaulipas, Oaxaca y Tláhuac y Milpa Alta, en la ciudad de México, que fue la de establecer un cerco intimidatorio, violento y financiero que ató a la oposición, así como a una parte de la estructura ejecutiva del OPLE para acomodar la elección y preferenciarla en favor de Morena.
¿Por qué Morena ganó todo el Noreste del país que incluye la costa del Pacífico, justo donde está asentado el Cártel de Sinaloa?
¿Por qué el presidente un día después de la elección da la gracias al crimen organizado por no violentar la jornada electoral?
Un ingrediente más en la operación electoral del pasado domingo lo constituyó que Morena no hiciera campaña, nomás nunca apareció ante el electorado en buena parte comprometido por los programas de apoyo y dádivas.
Había que ganar pero en lo oscurito; lejos de los medios; con apoyo de los aliados y los amenazados. Se fraguó desde antes. Se pactaron los triunfos, siempre con la consigna de guardar silencio sepulcral.
Fueron alianzas inconfesables.
Al más viejo estilo priista y cuando se creía superado ese vicio electoral de robarse la elección o permitir la injerencia del estado, a partir de la creación del Instituto Federal Electoral, hoy Instituto Nacional Electoral, Morena regresó a esas viejas prácticas del carro completo,
El robo electoral, presuntos rellenos o sustitución de urnas con el apoyo de las autoridades, la complicidad de localizados dirigentes políticos supuestamente opositores fueron el nuevo estilo de la política electoral.
En burda maniobra entreguista localizados dirigentes de partidos cedieron el espacio a la causa de Morena.
Fuera porque fueron objeto de amenazas y advertencias de proceder judicialmente contra ellos o porque su interés era repartirse el botín en esa añeja dinámica del partido patrimonialista, el caso es que finalmente abonaron a la causa morenista.
Para el caso del PRI fue notable y fuera de toda duda que a nivel nacional no se ganara ninguna de las 15 gubernaturas en disputa para conservar cuatro entidades de las 32 que conforman la República Mexicana, considerándose esta jornada como una de las más humillantes para el tricolor.
De ahí la exigencia de renuncia del dirigente nacional Alejandro Moreno.
El caso Veracruz.
Para el PRI fue humillante no ganar prácticamente nada en la disputa electoral legislativa -26 de 30 uninominales quedaron en manos de Morena y sus satélites- y sin alcanzar triunfos municipales de consideración alguna.
Eso sí, quedaron a salvo y bajo resguardo las dos plurinominales a que tuvo derecho el PRI por su pobre porcentaje electoral, mismas que serán para Marlon Ramírez y su mecenas Anilú Ingram.
La posición de Marlon al frente del PRI se vuelve insostenible dado el descrédito ante su militancia, la sospecha de pactos bajo el agua, recibir dinero no legal y tener encima una bola de denuncias ante tribunales.
El dirigente del PRI, Marlon Ramírez Marín, tendrá que responder ante el Tribunal Electoral (TEV), y la Fiscalía General de Veracruz, por violencia de género y atropello a los derechos ciudadanos.
En denuncia presentada por Víctor Trujillo Álvarez, candidato del PRI a la presidencia municipal de Atoyac, depuesto en dos ocasiones por sospechosas negociaciones de este cuestionado líder, advierte cárcel y deposición de la diputación para Marlon.
Así, pasada la borrachera del inexplicable triunfo electoral de Morena, alguien tendrá que pagar los platos rotos.
Tiempo al tiempo.
*El autor es Premio Nacional de Periodismo
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