Sin pensarlo mucho puso el PAN sus verdaderas cartas sobre la mesa: el dirigente nacional Marko Cortés –el mismo que desde ahora ya dio por perdidas prácticamente todas las elecciones estatales del año entrante- pidió al secretario de Gobernación evitar la persecución y fabricación de delitos contra la oposición, y en particular contra el ex candidato presidencial Ricardo Anaya y el gobernador de Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca.
Al colocar temas del ámbito judicial en medio de una negociación política, Acción Nacional se puso la soga al cuello, pues reveló su ángulo más débil y en el momento que quiera, el régimen atacará precisamente por ahí para someter a un panismo desdibujado, ausente de liderazgo y sumido en la que quizás sea la más profunda división de su historia.
En las mismas anda el PRD. Su dirigente nacional, Jesús Zambrano Grijalva, dijo el pasado fin de semana en Xalapa que están dispuestos a hacer lo mismo que el PAN –“negociar” las reformas presidenciales- a cambio de que se deje en libertad a los “presos políticos” del gobierno de Cuitláhuac García Jiménez, especialmente el ex líder estatal, ex diputado local y federal y ex secretario de Gobierno Rogelio Franco Castán.
Misma lógica, mismos resultados. Aunque en su caso, desde un partido que no se ha extinguido gracias a las coaliciones electorales en las que participa, pero cuyo poco peso se termina por anular a sí mismo por la facilidad con que los candidatos que postulan se dejan comprar por Morena cuando acceden a cargos de elección popular, como las dos diputadas que nomás entrando a la nueva Legislatura local –que pinta para ser todavía peor que la anterior, que ya es mucho decir- dieron el salto a la autoproclamada “cuarta transformación”.
Y el que ya es un caso psiquiátrico –por aquello de la doble, triple y hasta cuádruple personalidad (y moral)- es el del PRI. El sábado, durante su asamblea nacional, lo mejor que se les ocurrió fue declararse partido de centro-izquierda para acercarse a Morena –que ni de izquierda es- y jurar que les “impusieron” el “neoliberalismo” como “ideología”, al cual “gallardamente” decidieron “darle una patada”. ¡Oh, bienaventurados sean los arrepentidos, porque de ellos será el reino de las prerrogativas! Y si no lo cree, pregunte en la Secretaría de Finanzas de Veracruz.
Movimiento Ciudadano se vende a sí mismo como una “tercera vía”. Y aun cuando sus postulados y propuestas suelen acercarse a la socialdemocracia, el pragmatismo radical de su líder, el ex gobernador veracruzano Dante Delgado Rannauro, lo hace poco confiable y a veces muy cercano al juego del “tonto útil” del régimen.
Con todo, pareciera que Movimiento Ciudadano es la única opción medianamente opositora –PVEM y PT son meras sanguijuelas de quien les garantice supervivencia- con posibilidades de crecer de aquí a 2024, aunque difícilmente todavía para considerarle con tamaños para disputar verdaderamente el poder al lopezobradorismo, cuyo antídoto pareciera que solo podrá surgir de sus propias entrañas.
Con esa oposición, para qué queremos enemigos.
Asueto
La Rúbrica y su autor se tomarán el necesario descanso de fin de año para recargar energía, regresando a su publicación en enero. A sus lectores, lectoras y editores, gracias y felices fiestas.
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