UN POCO menos de dos años y nueve meses, es lo que le queda a la administración federal. El presidente López Obrador, lo sabe y es por eso que pronto acelerará aún más el proceso sucesorio, porque si bien él ha sido el causante de la gran movilidad política dentro y fuera de su partido, ahora tiene que encaminar muy bien los pasos para que no se le salgan, propiamente, del corral todos aquellos que hasta ahora han estado de su lado y conformes con las decisiones que tome respecto de quien quiera que lo sustituya en la presidencia y consecuentemente en el poder-
López Obrador, sabe perfectamente bien que no las tiene todas consigo como para hacer valer su palabra para que morena, su partido, pueda acceder totalmente a sus deseos. Hay y habrá más inconformidades de las que se suponen, porque los grupos políticos ya están en franca lucha política y ya no será el famoso peje que movilizó a tanta gente para que los eligieran, sino que serán otros actores políticos los que estarán jugando el destino político del país.
Si, es cierto, a López Obrador, le quedan solamente dos años y escasos nueve meses para que deje la presidencia de la república, pero antes, mucho antes de este final, tendrá que enfrentar la gran responsabilidad de definir el camino de la sucesión, donde ahora hay quien o quienes le sigan el juego, pero que dentro de un año o menos, se apartarán, porque sencillamente, ya no se tratará del presidente, sino de los nuevos intereses que se moverán, incluso, dentro de su propia organización, aunque sea precisamente el quien tenga que decir la última palabra.
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Y si, sin duda alguna, será la última palabra, porque definido el candidato o la candidata de morena, a la presidencia de la república, ya pocos efectos tendrá cualquier opinión del mandatario, la cual será, sin duda, respetada, pero no acatada en toda la dimensión que represente.
López Obrador, espera, lo más pronto posible, inaugurar sus obras que serán, según él, la principal marca de su gobierno, las cuales no habrán de constituir el sello de la cuarta transformación, pero sí la propia manifestación de su poder, evidenciado en su más puro capricho, donde apuesta salir avante, aunque sin cumplir los compromisos contraídos con el pueblo.
Después de todo lo anterior, se dedicará al asunto político, a tratar de imponer su voluntad y consecuentemente a su candidato o candidata, pero sobre todo, a buscar recomponer lo que quede descompuesto en el interior de morena, porque desde ahora ya se ven rupturas y manifestaciones de inconformidad, independientemente de las aspiraciones que por ahora, no parece avalar.
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MONREAL, BUSCARÁ LA PRESIDENCIA.
ES, PRACTICAMENTE, su oportunidad y no habrá de desperdiciarla, porque después difícilmente encontrará nuevamente el acomodo que ahora le ofrecen las circunstancias políticas. Así es, Ricardo Monreal, buscará, por todos lados aparecer en las boletas de las elecciones presidenciales y lo hará a través de morena, o bien de cualquier otro partido político, en este caso el de Movimiento Ciudadano, que desde ahora le ofrece llevarlo a la candidatura en el supuesto caso de que morena, no lo respalde o bien el presidente de la república, decida que sea otro el que represente sus intereses y los de su partido.
Pero, el presidente de la república, sabe, de la misma manera, que se estaría corriendo el riesgo de que otros partidos políticos se pudieran sumar en su contra, ya que finalmente movimiento ciudadano podría aceptar la coalición, incluso, con el PAN, PRI y PRD, situación que dejaría, seguramente, fuera a morena de seguir ostentando el poder.
Para el presidente y sus aliados, tienen la certeza de que la cuarta transformación ya no tiene futuro, porque sencillamente, ya no será López Obrador, quien funja como candidato y mucho menos con la oportunidad de repetir en el mando, al menos constitucionalmente. Quien sea el candidato, Monreal, o cualquier otro personaje disponible en morena, ya no habrá de continuar con un proyecto político que solamente parece sexenal, es decir, mientras esté López Obrador.
Quizá esta sea la molestia más grande que tenga el presidente.
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LOS PROGRAMAS SOCIALES, OBSTÁCULO DE LA OPOSICIÓN.
SI LA OPOSICIÓN, llegara a desvirtuar los programas sociales, la fuerza política del presidente se vería diezmada. Eso está difícil de concretar, porque el dinero destinado para cumplir con estos propósitos, ocupa el mayor interés del presidente, sabiendo de antemano que ahí están los votos disponibles para ganar nuevamente la presidencia de la republica y quizá, hasta pensar en una posible reelección, la cual ya no sería tanto por consenso, pero que definiría de alguna manera el respaldo popular.
El presidente sabe, ya lo hemos comentado, que su proyecto político podría tener fin, una vez terminado su sexenio, lo que estaría generando, dicen algunos analistas, alguna posibilidad de reelección tanto solo por el hecho de ver concretado su pensamiento político y aterrizado el nuevo sistema que propone.
Hay visos de que el presidente pudiera estar preparando esta sorpresa. No sería nada raro en este momento en que está tan creído y crecido en su popularidad, que bien podría intentarlo. Esto ya se dijo antes y se sigue mencionando de vez en cuando, porque hay quienes apuestan que el presidente, quiere reelegirse o prolongar su mandato de manera constitucional y con la fuerza y respaldo castrense.
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