Que si el periodista Loret de Mola debe decir cuánto gana, y también la colega Carmen Aristegui; que si Azucena Uresti o Joaquín López-Dóriga fueron invitados a trabajar en Latinus para criticar la Cuarta Transformación; que si España debe pedirnos perdón por los excesos de Hernán Cortés o por los robos de los empresarios corruptos que -según su decir no comprobado- estuvieron saqueando al erario durante los sexenios del neoliberalismo; que si su hijo no cayó en conflicto de interés al rentar la casa de un funcionario de una compañía proveedora de Pemex; que… y así por el estilo.
A los señalamientos por presuntos errores y corruptelas en que han caído sus familiares y colaboradores, el patriarca de Morena ha terminado por contestar con insultos, con señalamientos fuera de lugar y con otras falacias que desvían el tema y evitan que haya una respuesta en la que quepan la cordura y la honestidad.
Y llegó al grado de enfrentar con dimes y diretes a los diputados del Parlamento de la Unión Europea. Qué pena con todo el mundo, la verdad.
Pareciera que el principal interés del Presidente de la República no es aclarar lo que ha descubierto la prensa verdadera o que le señalan instituciones serias, sino ganar la discusión. En todas sus respuestas, Andrés Manuel López Obrador ha optado por atacar al mensajero y señalar, sin pruebas, que todo proviene de un compló de los adversarios a su gobierno, de los conservadores, de los neoliberales, de los fifís.
Triste imagen la de un mandatario que en lugar de informar lo que se está haciendo en favor del desarrollo de México, o para mejorar la vida de los pobres y los indicadores de calidad como salud, educación, empleo bien remunerado, o conseguir que la economía sea estable… triste imagen, digo, la de un presidente enfurecido, desquiciado por la crítica, incapaz de dar respuesta cierta a lo que ha descubierto la prensa no comprada sobre acciones ilegales y/o inmorales de miembros de su gobierno, de parientes muy cercanos.
Y mientras, los mexicanos seguimos esperando la transformación que promete la Cuarta Transformación, que no se ve por ningún lado, aunque se enojen los fanáticos… y el propio Señor.
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