Y podemos aplicarla con nuestra terrible realidad nacional, cuando sicarios del crimen organizado asesinaron a los padres jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora, junto con el guía de turistas Pedro Palma, en un crimen que se añadió a los más de 122 mil que ha habido en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador.
El papa Francisco -sacerdote jesuita también - hizo una fuerte declaración en la que lamentó el asesinato de sus hermanos y el clima de violencia que persiste en México, y condenó igualmente a la violencia, porque no lleva a nada.
"¡Cuántos asesinatos hay en México! Una vez más, repito que la violencia nunca resuelve los problemas, sólo aumenta el sufrimiento inútil", dijo el pontífice en medio del dolor.
Y el presidente Andrés Manuel López Bienestar una vez más desaprovechó la oportunidad de ser congruente y en lugar de reconocer la falla brutal de su estrategia contra la delincuencia organizada (o más bien su falta de ella), quiso llevar agua a su molino.
En lugar de ofrecer una disculpa a la Iglesia, trató de justificarse aprovechando en falso la exclamación del Papa.
Ladino como es, el Patriarca moreno quiso hacer parecer que Francisco estaba de acuerdo con su política de "Abrazos y no balazos"... y se quedó ahí.
Pero esta vez ha topado con la Iglesia Católica, y difícilmente sus prelados van a ser convencidos con el discurso mentirosillo de la 4T (fundado en su consigna dogmática de "Mentir, robar, traicionar al pueblo").
Desde los púlpitos de todo el país empezará a crecer la exigencia de que el Gobierno morenista ponga orden en el tema de la seguridad ciudadana y haga algo por fin para controlar la violencia desatada por los jefes del narco, tan apapachados y cuidados hasta ahora.
La exasperación está llegando a todos los sectores de la sociedad y a sus protagonistas.
¡Cuidado!
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