Se le ocurrió decir que iba a intervenir ante el empresario nacido en Sudáfrica para que no pusiera la armadora en un lugar determinado sin su intervención. Y para eso puso a su pobre canciller una vez más a hacer el ridículo tratando de conseguir que el señor Musk accediera a hacerle una llamada telefónica al Presidente (o más bien a su traductora, porque ya sabemos que el Patriarca pues no habla inglés).
En la costumbre de la casa de anunciar no lo que se ha hecho sino lo que se va a hacer -que se acompaña a la de inaugurar no lo concluido, sino lo que se está apenas haciendo-, AMLO saló a decir que, si le habla don Elon “Mus”, le ¿sugerirá?, ¿suplicará?, ¿ordenará?, que establezca su empresa en un lugar que le beneficie política (y electoralmente) a él y a su movimiento que no es tal sino solamente un partido político más.
Mal asesorado como ya se sabe que está, le mandaron a decir que diera como pretexto para que no se instalara la nueva fábrica en Nuevo León la falta de agua, y le va a proponer (si es que Musk le hace finalmente la llamada) que se haga en el Estado de México o en Hidalgo, en una zona cuyas aguas superficiales y profundas cada vez serán más necesarias para alimentar al monstruo de millones de cabezas de la Ciudad de México y sus conurbaciones.
Yo me pregunto: ¿cuántos litros de agua se necesitan para hacer un automóvil? No son los 20 litros para conseguir un litro de leche, ni los volúmenes enormes que requieren cultivos como la caña de azúcar y el café. Por eso en Aguascalientes, que es semidesértico, está la planta de Nissan más grande de Latinoamérica, por ejemplo.
El volumen de agua que consumirían los nuevos empleados de Tesla en Nuevo León sería prácticamente el mismo, porque ellos ya viven allí en este momento, aunque desempleados.
Lo alarmante es que el señor Presidente sigue ocupando su tiempo en temas sin relevancia, como el lugar de instalación de una planta automotriz, y deja a un lado asuntos cruciales para México como el sistema de salud, la seguridad pública, la injerencia del crimen organizado, la pésima calidad de la educación y la errática política económica (aunque el peso sea fuerte).
¿Hasta cuándo, señor?
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