La verdad es que después de que Elon Musk habló con la traductora del Presidente, doña Lilia Rubio, y ésta le dijo al tabasqueño lo que el empresario decía -y viceversa-, la intérprete y el dueño de Tesla llegaron al acuerdo de que la planta se va a establecer ¡en Nuevo León! Es decir, el mismo lugar en donde dijo y remachó López Obrador que nunca permitiría que se estableciera porque no había agua (ni un Gobernador de Morena a modo).
El sudafricano que volvió a ser el hombre más rico del mundo apenas el mes pasado no cayó en la burda manipulación que acostumbra emplear el Mesías tropical con sus incondicionales, por lo general personas físicas de pocas luces intelectuales o personajes intelectuales de pocas luces morales. Musk es un verdadero zorro de los negocios y de las relaciones humanas y es altamente probable que terminara riéndose de los razonamientos simplistas del mandatario mexicano.
Por los resultados de la videollamada Musk-Rubio que le tradujeron a Andrés Manuel, se puede deducir que el propietario de Tesla, de Twitter y de SpaceX no concedió nada y solamente se limitó a decir que solamente instalaría su planta en Nuevo León y no en alguna otra parte de la República.
Por más que AMLO le insistió a través de la señora Rubio, el constructor de autos eléctricos más importante del mundo no cedió un milímetro y terminó por recibir la aceptación presidencial (y la de doña Lilia) a lo que ya había convenido con el Gobernador de Nuevo León, Samuel García, que muy bruto y todo lo que quieran, pero bien que habla el idioma de los güeros del norte.
No, señores conservadores de la 4T autodenominados liberales, esta vez, como en casi todas las demás, López Obrador no tuvo nada que ver con la llegada de Tesla, y por poco y echa para abajo la inversión por andar metiendo su cuchara en donde no debe.
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