Las reglas de acentuación de la gramática castellana, que son un verdadero dolor de cabeza para millones y millones de alfabetas disfuncionales, se emitieron con el fin de evitar a los escribientes la molestia de tener que poner rayita -tilde o acento-a cada palabra. Pero ésa es otra historia, como dicen muchos que decía la nana Goya.
Pues resulta que hace unas semanas se filtró a la prensa que la Academia Española iba a permitir nuevamente en uso del acento diacrítico en el adverbio sinónimo de “solamente”. Muchos escritores que se habían manifestado en contra de la eliminación de la tilde en “sólo” echaron las campanas a vuelo, como Mario Vargas Llosa, Arturo Pérez Reverte y Ángeles Mastretta en México (me incluyo modestamente yo también), porque pensaron que habían ganado la batalla.
Pero la RAE lo único que alcanzó a hacer fue “una precisión” a su regla de que “sólo” nunca debía acentuarse, y concedió que “mantiene la obligatoriedad de no tildar el adverbio ‘solo’ y los pronombres demostrativos cuando no exista riesgo de ambigüedad. En caso de que existiera, queda a ‘juicio del que escribe’ tildar o no la palabra.”
Y ahí es donde está el verdadero problema.
La Real Academia Española es una institución que fue fundada por el octavo Marques de Villena en 1713, y desde entonces ha trabajado por hacer válido su lema: “Limpia, fija y da esplendor” (que a mí se me hace más bien para un anuncio de Fab). En tantos siglos de existencia, la RAE ha hecho mucho y poco...
Pero mañana les sigo contando, si sus mercedes me dan licencia…
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