Va usted caminando tranquilamente por una calle, cavilando sobre el destino de México, sobre la esencia de Dios o sobre el color del mar (Renato Leduc) y de pronto, al pasar delante de la reja de una cochera que parece inofensiva sale la fiera, el monstruo abominable, el leviatán disfrazado de perro (“De su boca salen hachones de fuego; centellas de fuego proceden. De sus narices sale humo, como de una olla o caldero que hierve. Su aliento enciende los carbones, y de su boca sale llama.” Job 41:19-22) y lo aterroriza con sus ladridos inesperados y demoniacos, de casi 100 decibeles cuando la civilidad y la ley solamente permiten de 65 a 68 decibeles (NOM-081-SEMARNAT-1994).
Hay casos documentados de personas que han sufrido graves afecciones desatadas por el susto que puede provocar un perro que sale desde la penumbra con ladridos descomunales.
Pregunto al Chat GPT al respecto, y me dice que “cuando una persona experimenta un susto o una situación de gran angustia emocional, el sistema nervioso simpático se activa, lo que provoca la liberación de adrenalina y noradrenalina en el torrente sanguíneo. Estas hormonas pueden aumentar la presión arterial y la frecuencia cardíaca, lo que puede incrementar la demanda de oxígeno del corazón. Si una persona ya tiene una enfermedad cardíaca subyacente o factores de riesgo cardiovasculares, esta respuesta fisiológica puede desencadenar un infarto.”
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Esto de los perros en las cocheras que ladran al menor atisbo de acercamiento o sin él siquiera, es más común de lo que se pudiera pensar. En nuestras ciudades modernas, el porcentaje de casas con mascotas es altísimo.
Por ejemplo, se calcula que en la Ciudad de Veracruz, 30 por ciento de los hogares tienen cuando menos un perro o un gato. Si pensamos que hay en el Puerto hay unas 250 mil casas habitación, podemos considerar que viven en ella casi 85 mil animales domésticos (sin contar los de la calle, ¡y los de dos patas!, dijera Fox), y que de ésos, más de 50 mil son canes que enseñan las fauces y ladran inmisericordemente.
En Xalapa la cosa está peor, porque el porcentaje de casas con fiera adentro es de ¡70 por ciento! Si calculamos que hay en la capital unos 180 mil domicilios familiares, tenemos 125 mil perritos y gatitos listos a hacer de sus necesidades, maullar, arañar, morder y ladrar.
Tener perro es para los verdaderos amantes de los animales un compromiso de vida y de cuidado; una forma de disfrute y de cariño. Pero para muchas personas la mascota es un signo de status; la adquieren porque piensan que les da prestigio… pero no tienen el oficio ni la vocación de cuidar a un animal, un ser vivo, que requiere de tiempo y paciencia, al que hay que alimentar y pasear constantemente.
Los perros que padecen ese descuido son los más, y por eso están más enojados que el Presidente, y ladran a cualquier inocente que pase por el frente de sus casas, con peligro de su vida.
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