Lo que se preveía que iba a pasar, sucedió. El Presidente no aguantó más y en la mañanera del viernes pasado volvió a la carga en contra de Xóchitl Gálvez, y la atacó una vez más y otra y otra, aun en contra de lo que le ordenó un juez, con todas las de la ley.
Pero es que Andrés Manuel López Obrador se ha desquiciado por lo que está haciendo esa mujer menuda y valerosa, que crece y crece en la simpatía popular, a pesar -y tal vez por eso- de tantos ataques que le ha endilgado en lo personal y aprovechando toda la fuerza posible del aparato de gobierno.
Múltiples acusaciones desde su púlpito madrugador; insolencias y burlas, mentiras e infamias; auditorías y acusaciones enderezadas en contra de sus empresas y de su persona; revelación de información reservada del SAT sobre sus negocios; grupos de choque para injuriarla en sus presentaciones públicas; intento de su desafuero como senadora; declaraciones en contra de ella de todos los morenistas, empezando por las tres corcholatas que le quedan al patriarca… y así un largo cúmulo de acciones para bajar la creciente e imparable aceptación ciudadana o para quitarle la posibilidad legal de que sea elegible como candidata de los grupos opositores, englobados en el Frente Amplio por México.
|