El lunes 12 de junio, hace apenas 102 días, fue cuando la senadora Xóchitl Gálvez se acercó a la puerta de Palacio Nacional, con un amparo en mano, para pedir que el presidente Andrés Manuel López Obrador le abriera el paso y le permitiera ejercer su derecho de réplica ante una afirmación falsa que éste había hecho respecto de ella.
Había dicho el patriarca de la 4T que Xóchitl había pedido públicamente que desaparecieran los programas sociales del bienestar y con ello los apoyos monetarios bimestrales que reciben varios grupos potencialmente indefensos, como los mayores de 65 años o los discapacitados. Pero resultó que la senadora hidalguense nunca había dicho eso y por eso exigió que el Presidente la oyera en la misma tribuna en donde había externado su falsa afirmación.
Y lo dicho: AMLO le cerró la puerta del Palacio Nacional y le abrió la puerta de la candidatura de oposición de 2024 a la Presidencia de la República. Le allanó así la entrada a la historia.
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Y desde aquel día, Andrés Manuel fue creciendo gradualmente en sus sentimientos contra esa mujer menuda y valerosa que se atrevió a enfrentarlo sola. Primero se molestó, y después se inquietó, se preocupó, se enojó, se exasperó y finalmente se obsesionó por el crecimiento imparable de Xóchitl en la simpatía de los mexicanos, lo que creía era de su absoluta propiedad.
Y como la soberbia y la ira son las peores consejeras, el Peje empezó a cometer el error de no poder parar sus críticas y sus difamaciones en contra de quien le estaba arrebatando el amor de su pueblo y se empezó a convertir en la nueva cara de la esperanza para los pobladores de este país. Esas críticas y esas difamaciones fueron el caldo de cultivo para que ebulliera la imagen de Xóchitl Gálvez Ruiz como la nueva portadora de la palabra de libertad y de progreso para todos.
Y además ella ha sido una adversaria perfecta en sus respuestas a los golpes altos, bajos y de todos calibres que le ha tratado de asestar el Mesías tropical, ya por él o por interpósitos fanáticos suyos, porque junto a las repetidas invectivas presidenciales desde la mañanera, aparecieron de inmediato los metiches cuatroteístas, los intelectuales inorgánicos del morenismo, los poquitos seudo periodistas vendidos al Gobierno, los funcionarios aprovechados de las mieles del presupuesto, los escasos amigos que aún le quedan, y los decrecientes seguidores. Y se pusieron a repetir sus mismos argumentos sin ingenio, repetitivos y faltos de toda razón.
Y AMLO no va a parar, no puede parar. Por eso la popularidad de Xóchitl va a seguir creciendo como la espuma, y espuma le va a salir de la boca al misógino patriarca, que nunca pensó que una mujer lo iba a desbancar de ese modo.
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