Sergio es el único aspirante de Morena que se ha hecho acompañar de su pareja en la égida por el vasto territorio de nuestro estado. Él y ella han acometido montes y cerros ampulosos, han caminado las veredas insondables de los caminos montunos y han corrido por las praderas de las tierras bajas.
Desde el polvo de la tierra a pie, han recorrido tomados de la mano los caminos fructuosos de nuestra hermosa geografía y se han sentado a platicar con las viejas sabias de la Huasteca, con los patriarcas de la sierra, con los jóvenes del sotavento, con los chamanes tuxtlecos, con los vaqueros del sur profundo y caluroso.
Los pobladores de toda esta tierra, que son de profundas entendederas, han reconocido tanto en Sergio como en su esposa Diana a personas de buena fe, a políticos que no han dejado que se manche su plumaje.
Los otros y la otra no lo han hecho así, sus razones tendrán -o la falta de ellas o de él- pero para Sergio Gutiérrez Luna, la compañía de su mujer y de sus dos pequeños hijos (saludos a Sergio y Víctor, traviesos e incontenibles) ha sido una bendición que reconocen los futuros electores, los militantes de Morena primero y muchos ciudadanos sin siglas después que han conocido los proyectos de la pareja y se han dejado convencer por el entusiasmo y el deseo de trabajar por el bienestar de todos.
Diana Karina se mueve como pez en el mar generoso de nuestra cultura y nuestras tradiciones, se habla de tú a tú con todos y es reconocida como la más veracruzana de las sonorenses. Porque ella no niega su origen y lo despliega junto con su amor por Veracruz. Habría que agregar que la diputada Barreras muestra talento en el desarrollo de sus ideas y se expresa con un lenguaje fluido y claro, lo que se agradece.
Como pareja unida y llena de entereza, Sergio Gutiérrez Luna y Karina Barreras han dado en el clavo del espíritu jarocho. Y todos han visto que es para bien.
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