Y ahí la sorpresa: tomaron el micrófono tres jóvenes veracruzanas, libres de partidos y prejuicios políticos -entendido el término “político” en su peor acepción-. Una a una levantaron sus voces frescas como el clima y dijeron sus verdades, ésas que están en la boca y la mente de muchos mexicanos que ya no aguantan la violencia que les quita la tranquilidad, el patrimonio y la vida; que están hartos de la soberbia dictatorial del Presidente de la República; que quieren un futuro mejor para todos que no tenga nada que ver con este presente de miseria intelectual.
Me quedo con el discurso de Lya Schuster D’Oporto, una muchacha xalapeña que levantó la voz con entereza, sin miedo, y le mostró a los funcionarios y a los directivos del partido oficial que ella es parte de una generación que abjura de las mentiras dichas miles de veces en las mañaneras del patriarca de papel, que exige justicia, que quiere libertad para forjar el mundo en el que quiere vivir.
La voz sin partido de Lya resonó fuerte en la Plaza Lerdo que ha escuchado antes tantos lamentos y tantas exigencias. Su mirada y su presencia valiente trajeron esperanza en los que vienen a ocupar los lugares de los adultos, de los viejos.
Ahí está una excelente carta para jugarla en el nuevo tapete de la política apartidista; ahí están muchas organizaciones ciudadanas empujando para que ella pueda llegar al Congreso.
Ahí está la notable dirigente juvenil de Poder Ciudadano en Veracruz.
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