La reina Silvia no va a tener problemas en comunicarse porque habla seis idiomas (y hasta el de señas sueco para mudos) pero además es maestra de castellano. Ella es nacida en Alemania, y su madre tenía origen brasileño y español. Incluso, durante la Segunda Guerra Mundial vivió varios años de su infancia en Sao Paulo y ahí se inició en el conocimiento de los idiomas.
De su fluidez para hablar español dan cuenta las nutridas conversaciones directas que tuvo con Gabriel García Márquez cuando el colombiano recibió el Premio Nobel en 1982. Es famosa la anécdota cuando en la cena de honor actuó un ballet colombiano que bailó cumbias y vallenatos. Gabo se removía en su silla al ritmo de la música de su país, al grado que la reina Silvia le preguntó si sabía bailar.
—Mire, su majestad —le contestó con su humor latino—, lo mío, lo mío es la danza. Escribir no es más que un hobby que practico cuando me deja tiempo el baile.
Como era de esperarse en nuestro Presidente republicano, de izquierda y populista, la visita de los reyes fue ninguneada. A recibirlos en México solamente asistió una Subsecretaria de Relaciones Exteriores y la recepción en Palacio Nacional fue más bien austera.
Las inversiones suecas en nuestro país representan más de 400 millones de dólares, así que su monarca debería recibir una mayor atención, como lo marcan las reglas de la diplomacia. Pero AMLO está solamente preocupado en dejar a su sucesora… y así se perdió otra oportunidad de colocar a México en el podio de las naciones importantes del mundo.
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