La información hecha pública por la máxima autoridad universitaria tiene los niveles a que nos tiene acostumbrados su administración y no es más que una serie de artilugios para darle vuelta y no mencionar la razón nodal de la reforma.
Es ni más ni menos que el cambio de los requisitos para quien quiera ser Rector, en particular con respecto a la edad máxima para ocupar el cargo, que actualmente es de 75 años.
No hay que tener muchos dedos de frente para entender que lo que pretende el buen Martín es reelegirse por cuatro años más el año próximo y ahora está impedido por la dictadura del tiempo, que le ha acumulado más años de los necesarios.
Quiere Martín permanecer otro periodo para consolidar lo que él llama la revolución dentro de la UV y que no es más que la entrega de nuestra casa de estudios a los intereses y caprichos de la Cuarta Transformación, y más en particular del grupo del gobernador Cuitláhuac García Jiménez, que de ser un modestísimo profesor ha pasado a ser laureado como un investigador y un inventor de gran prestigio, lo que sólo existe en la fértil imaginación del dócil Rector.
Por fortuna, en diciembre tomará posesión la Gobernadora Electa, Rocío Nahle García, y llega con el beneficio de la duda de que no tiene ningún interés personal o partidista respecto de la mejor universidad de Veracruz.
La comunidad universitaria espera que en septiembre del año próximo llegue a la Rectoría una persona con merecimientos académicos, con dignidad, con prestigio y con la capacidad para enderezar el rumbo de nuestra UV, que ha venido agonizando en los últimos cuatro años, de acuerdo con todos los indicadores de calidad.
En la Legislatura actual, a la que le quedan apenas semanas para entregar, intentarán pasar la Ley Orgánica de Martín de modo que pueda eternizarse con su grupo en la Rectoría.
Pero hay un Dios… aunque el Rector y sus cuates sean agnósticos.
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