Es evidente que Rocío Nahle gobernará Veracruz con un estilo diametralmente opuesto al utilizado por exgobernadores priístas como Rafael Murillo Vidal, Miguel Alemán, Fidel Herrera Beltrán, Patricio Chirinos, y ya ni se diga de Javier Duarte de Ochoa.
Incluso, me comentan no pocos de los invitados para estar en su gabinete, que el estilo de Rocío Nahle es de mano firme y que estará al tanto de todo. Será una especie de poder central, que delega y exige; que delega y supervisa que se cumplan los compromisos; pero al mismo tiempo con apego estricto a la ley.
Por lo que se ve, confiesa un próximo secretario de estado, “Aguas con aquel que se quiera pasar de vivo y hacer negocios sucios, se irá derechito a Pacho, nos lo ha hecho saber… Se acabaron las sobaditas de espalda para el pueblo, compromiso que se haga, compromiso que se deberá cumplir”.
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Así es Rocío y así se comportará, piensan la mayoría de mis contactos allegados a la próxima gobernadora, pero no solo ellos, sino también empresarios, líderes campesinos, ganaderos, pesqueros, con los que se ha reunido en el compás de espera que le marca la ley para ocupar la principal silla en Palacio de Gobierno. Su nivel de popularidad ha crecido entre el pueblo más allá quizá, que durante su campaña política.
Y es que Rocío, aunque a muchos no les cuadre, ni lo entiendan, ni les guste, ni les parezca, tiene aspiraciones presidenciales con sobradas credenciales y si hace un ejercicio pulcro, eficiente y sobresaliente en Veracruz, se pondrá en los cuernos de la luna y podrá encartarse para suceder a la presidenta Claudia Sheinbaum, quien ha dado sobradas muestras de querer apoyar el gobierno de Nahle para que su amiga sobresalga con dinero y proyectos federales que, como el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, carreteras, puertos, y un fuerte impulso al turismo pondrán a Veracruz de moda.
Así que el tapete está puesto para cosas grandes en Veracruz.
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