Hay una máxima que se repite con frecuencia y suele acertar: “explicación no pedida, culpabilidad manifiesta”.
Mucha tinta ha corrido en los meses recientes por el incremento en los niveles de violencia criminal que se han registrado en Veracruz. Buena parte de lo que se ha escrito sobre ese tema apunta a la incapacidad de las autoridades -tanto estatales como federales- para hacer frente a organizaciones delictivas, mientras que otras opiniones tienden a exculpar al gobierno, atribuyendo a muy antiguos gobiernos (Felipe Calderón, en lo Federal, Fidel Herrera o Javier Duarte en lo local) la culpa del crecimiento de esas bandas.
En ningún artículo, sin embargo, se sugiere que el actual gobierno estatal, que encabeza Rocío Nahle, haya suscrito un “pacto” con grupos criminales. ¿Por qué, entonces, tanta insistencia de la gobernadora por afirmar que no hay acuerdos con el crimen organizado?
“Nuestro Gobierno no tiene pacto con nadie más que con el pueblo”, fue la expresión utilizada este lunes por Rocío Nahle al salir a dar la cara por el motín que se suscitó el fin de semana en el reclusorio de Tuxpan.
Curiosamente era una expresión que también repetía hasta el hartazgo su antecesor, el ingeniero Cuitláhuac García, y resulta que buena parte de la responsabilidad del actual brote de violencia es de aquel gobierno, que habría pecado -al menos- de omisión, si no es que hasta de complicidad.
Y es que la guerra en el norte de Veracruz, por el dominio territorial, entre organizaciones criminales (hoy, a la vista, Los Sombras, una escisión del Cártel del Golfo contra una representación del Cártel Jalisco Nueva Generación) tiene ya un buen rato, y habría salido a la luz la madrugada del primero de enero del 2023 cuando, de forma simultánea, se suscitaron ataques armados contra centros nocturnos de Poza Rica.
Desde entonces a la fecha se han registrado numerosos ataques vinculados con organizaciones criminales, al grado de que en múltiples ocasiones el gobierno federal reforzó la presencia de soldados, marinos y policías federales, los que permanecían un par de semanas y, una vez que reportaban que todo estaba en calma, eran asignados a otros puntos del país.
La violencia no inició con el secuestro y ejecución de la maestra Irma Hernández. Días antes había sido asesinado el exdirector del penal de Tuxpan, Antonio Huescas Figueroa (18 de junio) y fue “levantado”, obligado a grabar un video y luego liberado, el que fuera subdirector de ese mismo penal. Óscar Vázquez Balderas.
Y cuando ya era un escándalo nacional la ejecución de la maestra Irma Hernández, otro taxista fue secuestrado, logró evadir a sus captores y mientras convalecía en un hospital fue víctima de otro ataque. Él sobrevivió, pero su padre perdió la vida.
Y luego el motín en el penal de Tuxpan, con un saldo, hasta el lunes, de nueve fallecidos, y este lunes la aparición de al menos tres cuerpos desmembrados en el tramo carretero entre Poza Rica y Cazones y una ejecución en Tuxpan, con saldo de una persona fallecida.
Mientras terminan de elaborar el “diagnóstico” sobre los reclusorios de la entidad (algo que debió haber encargado la actual gobernadora desde que andaba en campaña), ya va siendo hora de que el responsable de la seguridad de los veracruzanos, el contralmirante Alfonso Reyes Garcés, dé una explicación de lo que ha sucedido y del papel que ha jugado la dependencia a su cargo.
Algo tiene que cambiar para que vuelva la paz al estado.
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Epílogo.
Algo delicado parece estar sucediendo en las finanzas estatales. Diversos sectores vinculados con la administración pública han salido a protestar porque no les pagan. *** En esta ocasión fue el personal docente de los Institutos Tecnológicos de Veracruz, que se manifestó en las instalaciones de la Secretaría de Finanzas (Sefiplan) para exigir el pago de salarios y prestaciones que les adeudan desde hace varios meses. *** Denunciaron que les deben lo que corresponde a la quincena del 30 de julio, así como bonos del Día del Maestro y otras prestaciones contractuales acumuladas durante siete meses. *** Antes han sido jubilados, maestros, proveedores, contratistas y empleados del sector salud. ¿Dónde está el dinero?
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