El intento de Miguel Ángel Yunes Linares por desaforar y llevar a la cárcel al diputado federal Tarek Abdalá se está complicando más de lo que él deseaba. Esta semana la Sección Instructora argumentó que, por estar amparado, es imposible por el momento analizar un eventual retiro del fuero constitucional.
Este era el último intento de la Fiscalía General de Veracruz para que ese tema fuera discutido durante el período ordinario, que concluye el 30 de abril. De no ser ahora, la resolución tendrá que ser llevada a un período extraordinario, que se daría en el mes de junio. Para ese entonces ya habrán pasado las elecciones en Veracruz.
Ese tema, pues, no servirá como ariete para impulsar a los candidatos de la alianza PAN-PRD en la entidad, y por lo tanto habrá que buscar otros. La ventaja es que Yunes Linares tiene muchos de dónde escoger… y ya parece haber decidido quién será su “Plan B”.
No es casual la embestida mediática contra la que fuera vocera de Javier Duarte al principio de su administración.
El problema para Gina Domínguez es que durante su gestión en el gobierno de Javier Duarte no sólo se confrontó con los enemigos de su jefe (entre ellos el hoy gobernador y sus hijos), sino que tuvo profundas diferencias con muchos de los que integraban el equipo más cercano del gobernador, ese grupo al que ella misma perteneció.
Hablando en tercera persona (como para insinuar que nunca estuvo tan cerca como otros de Javier Duarte) Gina Domínguez menciona en su más reciente columna: “En medio de esta compleja maraña, sin red de protección, abandonados por el Gobierno Federal y sabidos de sus graves conductas, los integrantes del equipo íntimo de Javier Duarte beneficiarios directos de su poder sin límites, luchan salvajemente por evadir sus responsabilidades políticas y las penurias legales que les persiguen. Es evidente que el equipo élite de Javier Duarte trata de protegerse a como dé lugar, sin importar a quién se atropellan o involucran”.
Ella se asume como una más de las víctimas de aquellos que “sabidos de sus graves conductas” tratan de provocar que los cañones de la justicia (la estatal, la del vengativo gobernador) apunten para otro lado.
La cercanía e influencia de Gina Domínguez sobre Javier Duarte está fuera de cualquier debate. No era gratuito el apodo que sus mismos compañeros del “círculo íntimo” del mandatario estatal le endilgaron: “La vice-gobernadora”.
Incluso después de su salida de la Coordinación de Comunicación Social, en una función de “asesora sin cartera”, Gina Domínguez estaba presente, a un lado del gobernador, en cada momento de crisis mediática. En más de una ocasión sus sugerencias chocaron con las su sucesor en la vocería, Alberto Silva, lo que habría profundizado sus diferencias y acentuado su encono.
Javier Duarte nunca hizo nada por reconciliarlos. Formado en la escuela fideliana, gozaba cuando sus colaboradores luchaban por ganar su atención.
Gina Domínguez tiene muy claro en este momento que “está en la lista” de los objetivos prioritarios para Miguel Ángel Yunes Linares. No lo evade, se dice “totalmente dispuesta a acudir a las instancias que correspondan”, pero ha decidido que si ella cae, alguien tendrá que acompañarla: Alberto Silva Ramos.
La razón ella misma la explica: “Desde el primer día de su arribo a Comunicación Social, Alberto Silva se dio a la tarea de desacreditar mi gestión, utilizó todos los medios a su alcance para ello. Me responsabilizó de decenas de agravios –a cual más falsos— a muchos medios de comunicación y a muchos comunicadores respetables”.
Silva Ramos, hoy diputado federal (posición que en su momento también buscó la propia Gina Domínguez) salió a responder y declaró que a quien tendría que reclamarle la que fuera su compañera y “amiga”, tendría que ser a los responsables del reportaje publicado por “Animal Político” y se atrevió a vaticinar: “Seguro estoy de que deberá enfrentar muy pronto a la autoridad ministerial que sin duda le recordará lo que ahora ya olvidó: su pasado y la triste realidad que ahora enfrenta”.
Así pues, lo que en principio pintaba como una embestida mediática de los enemigos naturales del duartismo, terminó en un pleito de vecindad, en el que todos se sacan sus “trapitos” para que los veracruzanos entiendan con mayor claridad la baja calidad moral, no sólo de Javier Duarte, sino de su equipo de colaboradores.
¿Tiene algo que pagar Gina Domínguez ante la Ley?
Eso lo habrán de determinar las instancias judiciales.
¿Hay en el desempeño de Alberto Silva elementos para que sea juzgado?
Habrán de ser las instituciones encargadas de impartir justicia las que lo determinen.
A menos, claro está, que ambos estén dispuestos a dirimir sus diferencias en los medios.
De ser así, el juicio será –en primera instancia- de todos los veracruzanos.
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Epílogo.
Más fosas clandestinas en territorio veracruzano. Ahora en el municipio de Tihuatlán, en un rancho llamado “La Gallera”. El hallazgo tomó por sorpresa al propio gobernador de Veracruz, que por instinto, de “bote-pronto” lo negó, para que horas más tarde su director de Seguridad Pública Jaime Téllez Marié (¿sigue ahí?) lo contradijera. Lo grave de este nuevo hallazgo es que varios de los cadáveres muestran muy poca descomposición, lo que haría suponer que no hace mucho tiempo fueron “sembrados” ahí. *** Dicen que fue “por error”. Lo lamentable es que sujetos armados y con sus rostros cubiertos asesinaron a Pedro David Domínguez Moreno, la tarde del jueves, en el camino de terracería de la localidad Nuevo San José a José Azueta a la altura del rancho Monatana, justo cuando se encontraba con su esposa y sus dos hijos. Domínguez Moreno era sobrino del diputado federal Erick Lagos y aspiraba a ocupar una regiduría en el municipio de Isla. Su esposa narra que tras asesinarlo, uno de los sicarios gritó: “¡No es Mario!” y emprendieron la huida, por lo que ella asume que no iban contra su marido.
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