Después de la Segunda Guerra Mundial, el mundo que había quedado seriamente lastimado empezó a recomponerse, todos los países de una u otra manera habían sido afectados, hubieran o no participado.
Esa fue la época en la que le tocó gobernar a don Adolfo Ruiz Cortines, fue en un mundo convulso en el que se reacomodaban las naciones, el Presidente que gobernaba en los Estadios Unidos de Norteamérica era el general Dwight Eisenhower, a esa época se le llamo la "Guerra Fría" .
En esas circunstancias, don Adolfo nombró a Luis Padilla Secretario de Relaciones Exteriores, responsabilidad que manejó con gran señorío.
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Ya otro Nervo (Amado), había honrado la carrera diplomática, y muerto en Montevideo, su cadáver, con duelo internacional, fue trasladado en un buque custodiado por barcos de guerra sudamericanos. En Veracruz lo recibió una multitud de admiradores y durante todo el camino la gente se agolpaba a la orilla de la carretera para ver pasar el cuerpo del insigne poeta. En la Ciudad de México lo llevaron hasta la Rotonda de los Hombres Ilustres.
Las intervenciones en los foros internacionales de Luis Padilla Nervo, dieron a nuestro país su máximo prestigio.
En la recién fundada Organización de las Naciones Unidas, representantes de todo el mundo lo escucharon con respeto. Don Adolfo siempre estuvo orgulloso del nombramiento que había hecho en este hombre.
Esto viene a cuento, por la calidad humana que mostró hace unos días Tarcisio Montes de Oca, Embajador de México en Grecia.
Una paisana nuestra, Magdalini Ionidou, originaria de Jáltipan, pasaba sus vacaciones en aquel país del Mediterráneo, cuando un día antes de regresar, sufrió un accidente automovilístico. De inmediato la internaron en un hospital, y avisaron a la embajada mexicana, afortunadamente el Embajador Montes de Oca y su esposa se encontraban cerca, y acudieron al nosocomio, el estado de Ionodou era grave, requería una transfusión de sangre tipo difícil de encontrar; en estas circunstancias, el embajador que curiosamente tenía ese tipo de sangre, se ofreció como donante, con lo que salvaron la vida de nuestra paisana.
Ejemplos como este no son comunes, y el hecho habla muy bien de la calidad humana de nuestro representante en esa parte del mundo. Ojalá que el gobierno de México nombre embajadores con esta clase de bonhomía y calidad humana.
A propósito de las relaciones internacionales de nuestro país, en una ocasión don Adolfo se dirigía a San Andrés Tuxtla, acompañado del gobernador de Veracruz, iba observando la carretera; de repente, le ordenó al conductor que detuviera el automóvil, se bajó encabronado y le dijo al licenciado Marco Antonio Muñoz: "Señor gobernador, a los lados de la carretera es terreno federal, por favor dé instrucciones para que quiten todos estos letreros de refrescos extranjeros, no debe ser que utilicen esta propiedad, que es de todos los mexicanos, para su propaganda imperialista".
Ese era el nacionalismo acendrado de don Adolfo.
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