Hace algunos años, recuerdo un anuncio de figuras animadas que pasaba por televisión, en donde el personaje principal reprendía a los mal portados que tiraban la basura en la calle, quemaban llantas, rompían luminarias o talaban árboles, advirtiéndoles con voz nasal “No hay nada lejos”, es decir, que los daños que ocasionaban terminarían extendiéndose y dañándonos a todos. Desde ese entonces equiparo globalización con “No hay nada lejos”, convencida de que para bien o para mal, las secuelas vienen y van.
Esto viene a colación, porque los estropicios que a nivel local se cometen en una pequeña población, tienden a extenderse, y más cuando no se aplica la ley. Imaginemos entonces cuál puede ser el impacto tratándose de grandes acontecimientos, de carácter global, lógicamente las secuelas serán mayores y graduales, pero de que llegan, llegan.
En su libro El Equipaje del Viajero, José Saramago dice: Contrariamente a lo que afirman los ingenuos, no basta decir la verdad. La verdad serviría muy poco en el trato con las personas si no fuera verosímil, y tal vez debiera ser esa su cualidad principal. La verdad es apenas la mitad del camino, la otra mitad es la credibilidad. Por eso hay mentiras que pasan por verdades y verdades que son consideradas mentiras.
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De ahí la importancia de observar con verdadero interés el acontecer global, porque puede permitirnos porque a la par de las verdades, está la credibilidad. Convencida de esto que comento, busqué lo que está ocurriendo en el mundo en éstos días, algo que poder vincular con nuestra cotidianidad, aunque sólo fuera de forma indirecta.
El primer evento que llamó mi atención, fue la reunión de la OEA, la 47 Asamblea General que se lleva a cabo en Cancún, Quintana Roo, en nuestro país, y porque el punto más sensible de su agenda es Venezuela, nuestro país hermano, que está viviendo problemas muy críticos.
Sabido es por todos la crisis que enfrenta Venezuela desde hace varios años. La muerte de Chávez, la llegada de Maduro con muchos deseos de quedarse. Con los principales líderes de la oposición encerrados como presos políticos en sitios desconocidos; con la represión y muerte de cientos de civiles por el mero hecho de manifestarse por la escasez de alimentos, y la violencia militar sin cuartel que arranca de sus casas a jóvenes estudiantes acusados de traicionar al régimen, y para que no haya testigos, también cargan con la familia. Con una total prohibición a la libertad de expresión, además de expropiaciones, genuinos despojos a empresarios nacionales y extranjeros que no estén con el Chavismo, y con todo esto, la gota que derramó el vaso en esta cruenta tragedia fratricida: la decisión de Maduro de derogar la actual Asamblea Legislativa, que ganó la mayoría del Congreso al partido de Maduro, e instaurar en su lugar una Asamblea Constituyente, integrada por incondicionales, con los que perpetuarse en el poder hasta que le venga en gana.
Increíble que a estas alturas del siglo XXI, veamos reproducirse escenarios abyectos, propios de las sanguinarias dictaduras militares sudamericanas del siglo pasado. Pero la realidad, es que por la razón que sea, ninguna de las potencia ha mostrado interés en apoyar al desamparado pueblo venezolano.
Tal vez por ello sorprendió ampliamente la propuesta de la OEA, de hacer un llamado formal al presidente Nicolás Maduro para que “reconsidere la integración de la Asamblea Constituyente; para que garantice el respeto a los derechos humanos de los venezolanos y acepte entablar un diálogo con la oposición de su país, con la facilitación de un grupo de países” A pesar del esfuerzo empeñado, no fue posible conseguir el número de votos suficientes para conseguir una reunión de cancilleres de la OEA que emitiera estas y otras resoluciones al gobierno de Maduro, con carácter de fuerza regional.
En este sensible contexto, la Canciller venezolana desempeñando a todas luces su papel de defender lo indefendible, abandonó la sesión de la OEA declarando que: “No reconocía la presente reunión, ni las resultas que de ahí salieran. Que Venezuela no reconocía ningún producto de esa organización". Si no le gusta bailar, ¿para que vino al baile? le hubiera espetado el gran Cantinflas.
Analizar con seriedad lo que ocurre en el mundo, siempre será un referente de utilidad y beneficio para toda sociedad.
¿Qué podemos esperar, por ejemplo, de la vuelta del terrorismo a Colombia?; o del “revire” de Trump sobre el acercamiento a Cuba firmado por Obama? Y qué decir de la reunión, esta misma semana, entre miembros de la defensa de Estados Unidos y una delegación mexicana, en Tapachula Chiapas, para discutir el compromiso de México de asegurar su frontera sur…¿en verdad se habrán reunido para eso? Y sin ir más lejos, que tal que el próximo año, por cansancio y desconfianza, los mexicanos deciden ejercer a todo lo que da, el voto de castigo para descubrir más pronto que tarde, que estamos como en Venezuela.
Más vale reflexionar y diseccionar los muchos ejemplos que estamos viendo. Porque en la globalización, ya no hay lugar lejos.
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