Tras las elecciones del pasado domingo, en el que aproximadamente 19.7 millones de ciudadanos acudieron a votar por 533 cargos de elección popular, en los Estados de México, Coahuila, Nayarit y Veracruz, disputándose tres gubernaturas, 55 diputaciones locales, 270 ayuntamientos y 197 regidurías, los resultados de este heterogéneo y complejo proceso nos ha permitido corroborar que el sistema electoral mexicano, tan costoso y cuestionado, finalmente está funcionando con un alto grado de responsabilidad y eficacia.
Tras los acostumbrados dimes y diretes entre partidos y candidatos previos a la elección, llegado el día del sufragio el proceso se llevó a cabo en orden, con pleno respeto a lo establecido, tanto por los funcionarios de casilla como por los votantes. Estos avances, lectora, lector, debemos reconocerlos y valorarlos, más allá de que los resultados de la votación no hayan favorecido al candidato de nuestra simpatía.
Y así como nuestro sistema electoral se ha ido perfeccionando en la práctica, de igual forma, la experiencia de los votantes se ha ido enriqueciendo, replanteándose nuevos elementos a la hora de votar.
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El partido político, hasta hace poco un referente clave, de seguidores fieles, incluso por generaciones, llamados “la militancia dura” por votar por su partido contra viento y marea, motivaron en su momento, un dicho muy cierto: “Con la militancia dura no alcanza para ganar, pero sin la militancia dura seguro se pierde.” Para bien o para mal, el lector juzgue, este tipo de militantes cada vez son menos, su partido los olvidó y otros partidos los tomaron en cuenta.
Otro aspecto de gran peso y gran riesgo, es la relación amistosa con el candidato. Apoyar al amigo, soslayando sus debilidades o dudoso prestigio, ha dejado con frecuencia campos de batalla plagados de lesionados y malheridos, porque al final el candidato amigo, nada más los utilizó.
La clave de por quién votar es más sencilla. Tiene que ver con la trayectoria del candidato; con su vida profesional y personal; con su desempeño, honestidad, y con el valor que da a la palabra empeñada. Nadie que haya sido deslenguado y mentiroso se transformará porque es candidato. Tampoco el arrogante o misógino dejará de serlo aunque lo finja. Y qué decir del corrupto, quien malversó en lo pequeño, devastará en lo mayor.
Se trata de informarse y analizar quien tiene las fortalezas para desempeñar el puesto al que aspira al través del voto ciudadano. Por ello tampoco se valen las figuras fast track, sacadas de la chistera, desconocidas para la comunidad. La ciudadanía se está manifestando en todos estos aspectos, no en balde lo que ha padecido por quedarse cruzada de brazos.
Las elecciones del pasado domingo, consideradas el “Laboratorio electoral” hacia el 2018, han sentado un precedente positivo en cuanto al desempeño del INE, falta ver si ocurre lo mismo con la ciudadanía, que tendrá frente así las elecciones más grandes en la historia democrática de nuestro país: la presidencia de la República; 500 diputaciones federales; 128 senadurías; 591 diputaciones locales, 2,226 ayuntamientos, y por primera vez, la elección de 16 alcaldías en la Ciudad de México.
Frente a ese maremágnum que se avecina, los ciudadanos tenemos que prepararnos para mejor votar: informándonos, capacitándonos, organizándonos con nuestros colegas y vecinos, en el marco de un clima complejo, con múltiples intereses entreverados. Las alianzas estarán –sin ninguna duda- a la orden del día, y se habla con insistencia de instaurar la segunda vuelta en el caso de la elección presidencial. ¿Estamos preparados los votantes para todo lo que se nos viene en 2018 ? Más nos vale empezar ya !!
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