Ya no más promesas incumplidas o paseos por las calles para mostrar que “no pasa nada” cuando nuestras calles en el día a día se cubren de sangre inocente.
Ya no más mensajes en lo oscurito del ¡ahora sí, te voy a acabar!..
El ¡Ya basta! es imponderable.
La Federación tiene la palabra luego de ser testigos de la sucesión de actos criminales este “Sábado Negro” no visto desde la masacre de Boca del Río del 21 de septiembre del 2001, resultante –en aquel momento- del solapamiento del gobernador Javier Duarte.
Ayer un grupo de criminales sin escrúpulos, sin respeto por la ley, por la vida, ni por la sociedad masacró en las plazas calientes de Veracruz a familias y ciudadanos indefensos y autoridades federales supuestamente responsables de nuestra seguridad.
En este ataque, se confirmó el fallecimiento de más de 21 personas, entre esposos, madres, padres, hijos, hijas y ciudadanos comunes.
Horroriza ver las fotografías que profusamente inundaron las redes de este sábado 24 de junio por la tarde noche, donde se observa a una familia completa –madre, padre y niños- asesinados por metralla indiscriminada.
Balas en las cabezas de los menores, en sus cuerpos indefensos, la madre en posición fetal, de protección, sobre un charco de sangre y el esposo del lado izquierdo con un brazo extendido y el cuerpo informe por los impactos de los cuernos de chivo.
Eso en la colonia Emiliano Zapata, en Coatzacoalcos.
Da pavor observar al Comisario de la Policía Federal, Emilio Castagné tirado inerme con la cabeza sobre un charco de sangre; dos elementos más muertos metros adelante, a la salida del restaurante “La Bamba” en Cardel.
El ejecutómetro nos habla en un solo día, ayer sábado, de seis asesinatos en Coatzacoalcos, 1 en Minatitlán, 3 en Cardel, 2 en Orizaba, 1 en Pánuco, 1 en las Choapas, 2 en Cosoleacaque, 1 en Moloacán, uno más baleado en Coatza y uno en Oluta.
En la sumatoria, 21 asesinatos en 24 horas.
Ese el costo de mezclar la política con la seguridad pública… ¡Ese es!
Son vidas que fueron segadas de manera absurda, injusta y violenta. Por la ambición y la maldad de un puñado de criminales.
Hoy es un día de duelo para Veracruz. Lo que ayer vivimos representa un hecho profundamente doloroso. Un acto inhumano que nos llena de tristeza, de indignación y de coraje. Son actos de terror y barbarie que requieren algo más que balandronadas.
Ha llegado el momento de exigir se impongan todos los recursos legales, institucionales y económicos a nivel nacional, para atajar las ininterrumpidas embestidas del crimen organizado.
En Veracruz hay miedo. La ciudadanía no quiere, ni puede salir a las calles.
Las cifras del crimen hablan por sí solas: 256 personas desaparecidas de diciembre del año pasado a junio de este año; 20 periodistas asesinados, 3 desaparecidos y un herido de 2011 a la fecha; feminicidios de diciembre del 2016 a marzo de este año, 52.
Eso por citar datos al azar que nos envía la Secretaría Ejecutiva del Sistema del Consejo Estatal de Seguridad Pública.
Homicidios dolosos, extorsión, secuestros, robos, robos a casa habitación, robo de vehículos y transeúntes, abigeato, asalto a negocios y transportistas, chupaductos, atracos bancarios, nos colocan en el cuarto lugar de peligrosidad a nivel nacional.
Ese es nuestro dolor.
Esa es nuestra tristeza, nuestra indignación, nuestra consternación. Ese, ni más ni menos, es nuestro coraje ante la impunidad que, con mucho, nos lleva ventaja.
Hoy los padres de familia, la ciudadanía toda, exigimos una acción seria de nivel federal que pare toda esta irracionalidad. No hay justificación para masacrar a la población civil e inocente.
La tragedia de este sábado negro reclama una respuesta contundente y unificada. Urge la intervención de la PGR para que coadyuve con la Fiscalía General de Veracruz, investigue y lleve a los tribunales a los responsables de estos actos.
Imponderable la presencia de un Comisionado Especial Federal que actúe ante presuntas complicidades de la narco política que ha permitido la declaratoria de zonas libres para la delincuencia en Veracruz.
Este no es un tema de cajas chinas, ni distractores mediáticos.
Hay muchos elementos que investigar y que esclarecer: omisiones, complicidades gubernamentales, moches y libre tránsito delincuencial.
Y es que estamos hablando no de un accidente cualquiera, sino de homicidios brutales e incalificables. Estamos hablando de criminales que, de manera artera, con premeditación, alevosía y ventaja asesinan a mansalva a familias completas en un afán de mostrar supremacía, de generar terror.
Son homicidas, verdaderos terroristas sobre quienes debe caer no sólo todo el peso de la ley, sino el unánime repudio de la sociedad, de los poderes públicos, de los partidos políticos, de los líderes sociales y de los medios de comunicación.
Hace muchos años, desde 2004, por razones políticas el presidente Vicente Fox, abandonó a Veracruz; con Felipe Calderón se acrecentó el desprecio por las diferencias que tuvo con el gobernador Fidel Herrera, y a Peña Nieto, luego del atentado que sufriera su familia el 12 de mayo del 2007 en el puerto de Veracruz, nos dejó solos.
Al cambio de gobierno estatal renació la esperanza de que Miguel Angel Yunes cumpliera con su compromiso de que en seis meses regresaría la seguridad a nuestro pueblo, fracasó.
Así, quedamos en manos de la violencia irracional de los delincuentes. Por tanto, es imponderable la presencia federal y en lo familiar actuar de manera anónima denunciando a los criminales.
Está claro que se está frente a verdaderos terroristas que han rebasado todos los límites, no sólo de la ley, sino del elemental sentido común y del respeto a la vida.
En Veracruz no se puede estar sujeto al capricho y arbitrio de las bandas delincuenciales. Ellos no son los dueños de nuestras calles, de nuestras ciudades y de nuestro futuro.
A todos nos queda claro que el avance de los criminales se explica por la enorme corrupción que prevalece en la Secretaría de Seguridad Pública y en la mañosa aplicación de la justicia. Los criminales han penetrado las estructuras de poder judicial y dejado inerme a la sociedad.
Es el juego de intereses. El poder del dinero. Es la ambición por ese mercado tan rentable que lleva a los criminales a una lucha asesina y bestial entre bandas del crimen con actos tan brutales como inhumanos.
Se coincide en que llegó el momento del auxilio federal. Veracruz está agraviado y triste.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo |