Sobre todo, no puedo dejar de pensar en el costo que tuvo la producción de esos spots que nos quieren mostrar a un presidente amigo, buena onda, interesado a explicarle a un ciudadano común las cosas positivas que ha realizado este gobierno priista. Peña Nieto no se caracterizó por atender con comedimiento a las personas que encontraba en sus giras, ni por estar atento a sus peticiones. No es, y me disculpo por la rudeza que implica la comparación, una figura como la de Lázaro Cárdenas que era famoso por escuchar con paciencia y respeto a todo aquel, por más humilde que fuera, que se le acercara a pedir su ayuda, ya fuese personal o para un pueblo, localidad o colonia. Y resolverle su problema.
Entonces, cada vez que veo estos anuncios previos al quinto informe, que seguramente la empresa de medios a cargo de la campaña vendió como un producto de comunicación política impecable, sólo pienso en lo que no debemos contar para que lo bueno siga contando.
No debemos contar la pifia de Lady Profeco que, la hija del procurador del Consumidor que ordenó el cierre arbitrario de un restaurante y que llevó a la destitución de Humberto Benítez, el papá de la niña exigente.
No debemos contar las movilizaciones magisteriales después de que se dieron a conocer las leyes secundarias de la Reforma Educativa.
No debemos contar la aparición de las autodefensas en Guerrero y Michoacán, estados asolados por la delincuencia organizada y también por la desorganizada. Sobre todo no debemos contar el encarcelamiento del activista Manuel Mireles.
No debemos contar la fuga del Chapo Guzmán. Aunque lo hayan reaprehendido, el hecho es que se les escapó.
No debemos contar el fracaso del Pacto por México. Tampoco el escándalo de la casa blanca y mucho menos el castigo a Aristegui por ventilar su existencia.
No debemos mencionar las ejecuciones en Tlatlaya ni la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y la tragicomedia que significó a la “verdad histórica”.
Tampoco debemos contar que el primer director de la Comisión Nacional del Agua se tuvo que ir por usar un helicóptero oficial para fines personales.
Que no se nos ocurra contar el escándalo del plagio en la tesis de licenciatura del Presidente.
No hay que contar nada sobre el costo del avión presidencial, considerado el más caro entre los que usan los mandatarios del mundo ni lo que se pagó en la remodelación del hangar presidencial ni el escándalo de corrupción ligado a la empresa Odebrecht.
Otra cosa que no está entre lo que debemos seguir contando es el uso del programa Pegasus para vigilar a los enemigos de la administración y mucho menos recordar que se prometió una investigación “a fondo” y que ni siquiera se supo de una superficial.
Entre los temas de la campaña tampoco entraría el historial de gobernadores priistas como Fausto Vallejo, Miguel Alonso Raya, Jorge Herrera Caldera, Egidio Torre Cantú, Rubén Moreira, Rodrigo Medina, César Duarte, Roberto Borge y Javier Duarte.
Tampoco hay que contar a los desaparecidos, el baño de sangre que hay por doquier en el país y los feminicidios. Así como tampoco la negativa a avalar el matrimonio igualitario para no desatar la ira de la iglesia católica
El socavón en el Paso Exprés de Cuernavaca no califica para ser contado ni la invitación a Donald Trump cuando era candidato.
Y, con todos los ejemplos de logros de la nueva campaña, no habría que contar las contradicciones del INEGI, cuya Encuesta Nacional de Empleo y Ocupación indica que el nivel de pobreza va disminuyendo, en tanto que su Encuesta Nacional Ingreso-Gasto de los Hogares demostró que había más pobres. Y mucho menos mencionar la forma en que la institución resolvió el entuerto: cambió la metodología para que la segunda indicara que la pobreza bajó. Sólo hizo, de una forma burda eso sí, lo que hacen muchas dependencias: resuelven los problemas…en el papel. Para que siga contando.
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