El crimen organizado tiene el control.
Veracruz es rehén de una imparable ola criminal que tienen aterrorizados a pueblos y ciudades; a su merced a sus dos principales plazas: Xalapa y Coatzacoalcos, y no hay autoridad capaz de detener esta escalada.
Se vive una historia de terror.
En el día a día el recuento obliga a renovar nuestra capacidad de asombro.
Acabamos de vivir un fin de semana sangriento: cuatro hombres asesinados en San Andrés Tlalnehuayocan cuando se dirigían a comprar láminas para los techos de sus casas.
Cinco embolsados aparecieron en Chapultepec 21, en las inmediaciones de Plaza Cristal de Xalapa y un comando de 20, 30 –hay quienes hablan de 50 “autodefensas”- ejecutaron al alcalde electo de Hidalgotitlán, Santana Cruz Bahena.
Fue un número no determinado de encapuchados con armas de grueso calibre a bordo de una docena de camionetas las que se presentaron a su domicilio, tumbaron el portón negro y se dirigieron hasta donde se encontraba para rociarlo de plomo.
Cuatro más fueron asesinados en la sierra de Chiconquiaco; un joven de 15 años fue abatido en la comunidad de “La Capilla” y otro de 36 años en “Las Paredes”; un taxista fue encajuelado en los límites de Tenochtitlán, otro hombre ejecutado en Naranjos, y uno más, sobrino del alcalde de las Choapas, muerto a mansalva.
Ya mismo el periódico más influyente de Estados Unidos, The New Times, publica en su primera plana las historias de terror, violencia y muerte que se viven en Xalapa.
El infierno veracruzano es real.
Los asesinatos se suceden en el día a día, mientras el gobernador Miguel Angel Yunes Linares declara que “Veracruz está muy tranquilo” y que la inseguridad ha disminuido entregando al mismo tiempo su total respaldo a su incompetente secretario de Seguridad Pública, Jaime Téllez Marie y al Fiscal, Jorge Winckler.
No son pocas las voces que se alzan para exigir al señor Yunes Linares solicite licencia al cargo ante la incompetencia manifiesta de no poder garantizar la seguridad de los veracruzanos.
De hecho el más importante reproche va en el sentido de que se le entregó la gubernatura a cambio de que –tal como prometió en campaña- regresara la seguridad y paz social en seis meses una vez que asumiera el cargo.
No sucedió.
Veracruz “vive un ambiente de muerte todos los días”, dice la iglesia católica a través del obispo Hipólito Reyes. “Gobiernan las ejecuciones no la autoridad”, sentencia el senador Héctor Yunes quien adelanta un voto de castigo contra la familia dinástica que encabeza Miguel Angel Yunes Linares.
Y Veracruz está colocada entre las entidades con mayores índices de homicidios, secuestros y extorsiones, sostiene la Asociación Nacional de Consejos de Participación Cívica.
El punto es que Yunes Linares solo gobierna para sus seguidores, dice la bancada legislativa opositora y el pueblo en su conjunto clama por un ¡Ya basta!
El punto, sin embargo, va más allá.
Estamos hablando de tiempos y fechas. De oportunidades y circunstancias. De decisiones cupulares y cambios de mando.
En unos días más en el marco del “destape” de los candidatos a la gubernatura veracruzana 2018-2024, el juego de poder empezará a restar en contra de Miguel Angel Yunes Linares quien muere por imponer a su junior.
La población está muy molesta y, en efecto, todo indica que habrá de aplicarse el voto de castigo contra la fórmula PAN/PRD que llevó a la gubernatura a Miguel Angel Yunes.
Serán 5.7 millones de veracruzanos los que acudirán a las urnas y no precisamente con la intención de que les repitan la dosis familiar, sino justamente para acabar con experimentos fallidos de cara a un Morena crecido y a un PRI pujante.
Ello por más que desde hace 13 meses puntualmente el gobierno del “cambio” esté empeñado en repartir despensas en pueblos y ciudades alejados del efecto mediático para que no se perciba su injerencia y violación electorales.
Ya para el primero de julio del 2018 el gobernador Yunes Linares habrá perdido si no todo el poder, sí buena parte ya que habrá “gobernador electo” observando el proceso entrega recepción.
Y el primero de diciembre adiós a todo ese cuento de “¡Yo metí a la cárcel a Duarte… Yo encarcelé a los secuaces de Duarte… Yo recuperé parte del dinero que se llevaron los saqueadores!” que tanto le sirvió para esconder la voluntad popular de regresar la paz social y reordenar las finanzas públicas.
Esa es la realidad que se percibe, una pesadilla que está en el dintel del principio del fin.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo |