“El salario mínimo no alcanza, hay que aumentarlo” dicen políticos para ganar simpatizantes entre ignorantes de los resultados de subir los mínimos, que reducen los ingresos reales de los que viven en la informalidad, la mayoría de los cuales no tiene un patrón que les pague un salario, son auto empleados, empresarios callejeros o en su casa. La paradoja del salario mínimo es que donde aplica, entre los trabajadores formales, menos del 2% lo ganan, los demás reciben más. Donde hay un mayor porcentaje, como el 25%, que perciben alrededor del equivalente a un salario mínimo es en el sector informal. En ese sector no se aplican los aumentos de salarios mínimos por ley, y la mayoría no tiene una relación patrón – trabajador, pero resienten los aumentos de precios de las empresas formales que trasladan los aumentos salariales derivados de un incremento de salarios mínimos por ley a los precios de sus productos. A los más pobres e informales los empobrecen los aumentos por decreto de los salarios mínimos. Los niveles de salarios mínimos no son indicadores válidos de los niveles de vida de los trabajadores, sí los salarios reales, los que no aumentan por ley. Grecia tiene salarios mínimos mayores a España, pero sus salarios reales son menores. México tiene salarios mínimos, expresados en dólares, menores a varios países centroamericanos, pero sus salarios reales son mayores que en esos países. Los salarios mínimos son uno de los mitos utilizados por demagogos, populistas o ignorantes de los mecanismos económicos, para ganar votos o presentarse como quien busca el bienestar de los trabajadores, pero su aumento no solo engaña sino perjudica a los trabajadores. Para aumentar el poder adquisitivo de los trabajadores hay que incrementar los salarios reales, cuyos enemigos son la inflación, los altos impuestos y las reglamentaciones a las empresas. La única vía para incrementar los salarios reales es aumentar la inversión en maquinaria y capacitación, que repercute en una mayor productividad, reducir los costos para crear más empresas e incentivar la inversión extranjera directa para aumentar la oferta de mejores empleos, lo demás es cuento.
*El autor es profesor de Economía Política. |