En los últimos 100 años la productividad y la oferta de alimentos, ropa, electrodomésticos, medicinas, viviendas, autos, y otros satisfactores, aumentaron en los países donde predominó el mercado y la mayoría de la producción ha estado en manos de empresas privadas sujetas a la competencia. Hay libertad de precios, de importaciones y exportaciones.
Con un aumento de oferta y productividad, los precios deberían bajar, lo que sí sucede conforme al mercado es benéfico para la mayoría de los consumidores, aunque algunos financieros y especuladores califiquen esa disminución de precios como una “deflación” que reduce el crecimiento económico.
El progreso implica que los trabajadores compren más con sus salarios, al igual los profesionales y pequeños empresarios con sus ingresos. Eso solo sucede cuando aumenta la productividad, que permite a las empresas bajar costos y precios, a la vez que obtienen más ganancias en un entorno de competencia.
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En el siglo XX los sistemas centralmente planificados, que concentraron en el gobierno la propiedad y las decisiones económicas, fueron los principales obstáculos al abaratamiento de los productos, al generar ineficiencias y escasez por la monopolización de la producción y la distribución por el Estado. Las hambrunas y colas en los capitalismos de Estado fueron el resultado de la ausencia de libertades económicas, competencia y del mercado, que implica la libertad de vender y comprar.
En el siglo XXI, los inhibidores del aumento de la productividad y de la baja de precios, no por recesión sino por reducción de costos, es el excesivo gasto público de gobiernos que se dicen democráticos y libres. En esos gobiernos los altos impuestos, que representan un costo más para las empresas, la creciente deuda pública, que genera tasas de interés más altas, que encarecen la reinversión y la creación de empleos, y la impresión de dinero, que genera demanda sin oferta, que aumenta precios, son las principales causas de que los precios no sean más bajos, no se reduzca la pobreza, se debilite la clase media, se contraiga la inversión, escaseen los buenos empleos y predominen los bajos crecimientos.
*El autor es profesor de Economía Política. |