Figuras y figurones.
Francisco Licona.
 

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El sueño americano y la pesadilla mexicana
2018-07-27

El sueño americano existe gracias a la pesadilla mexicana en la que gobiernos anteriores han postrado a los trabajadores. 


El fenómeno laboral adverso que padecen los trabajadores mexicanos lo explican muy bien los negociadores que representan a Donald Trump y Justin Trudeau en la mesa en la que se discute el Tratado de Libre Comercio más importante de América y de muchas latitudes del mundo hoy en día. 


El tema lo explica muy bien Luis Miguel González, director general editorial de El Economista y autor de la columna Caja Fuerte.


El punto laboral, quiérase o no, es el tema central que ha detenido la firma de ese Tratado y tiene una esperanza de destrabarse con la llegada del nuevo gobierno de izquierda con Andrés Manuel López Obrador al frente.  


Y es que los trabajadores mexicanos por primera vez tendrán de su lado la voluntad política para que los salarios suban quizá hasta un nivel de equilibrio con los que se pagan en USA y Canadá. Pero sépalo y que le quede claro, no son los negociadores de Enrique Peña Nieto los que procuran esa condición sino sus dos socios del Norte.


La discusión gira desde hace meses en que los tres países tengan un salario justo para los trabajadores y termine la competencia desleal.


Ese que es el punto medular en las empantanadas negociaciones del Tratado pero -dese un golpe en el pecho- no es la postura de Peña Nieto, sino la de Donald Trump y Justin Trudeau, que una y otra vez han restregado a la cara de los enviados del gobernante mexicano la disparidad que existe entre los salarios de sus países con los que se pagan en México. Además de acusar a México de utilizar la política laboral como arma de competencia “desleal” para atraer inversiones y trasladar empleo desde Norteamérica hacia México.


Ese fue el punto central del discurso pronunciado en el Congreso Mexicano por el Primer Ministro de Canadá, Justin Pierre James Trudeau, mismo al que los principales medios mexicanos le pusieron hielo para que no trascendieran ni alborotaran a los trabajadores mexicanos.  


Norteamericanos y canadienses sostienen, apunta Luis Miguel González en su columna de hoy, que:


‘Los trabajadores mexicanos reciben bajos salarios porque no tienen sindicatos que los defiendan ni tribunales que hagan valer sus derechos. El problema no es con las leyes mexicanas, sino con la forma en que éstas se cumplen en la práctica’.


‘Los salarios en la industria automotriz son utilizados para ilustrar este punto. En México, un trabajador de esta industria gana en promedio el equivalente a 3 dólares estadounidenses. En Canadá y EU, el ingreso por hora está en el rango de 16 a 18 dólares. Esta brecha existe a pesar de que la productividad por trabajador es similar en los tres países’.


Es decir, los negociadores gringos y canadienses resultaron ser los ángeles de la guarda para los trabajadores mexicanos y además brujos, ya que esa y no otra; es la historia real que se vive en nuestro país. Vil herencia de un sindicalismo rancio y trasnochado del viejo líder cetemista Fidel Velázquez, que en aras de conservar las fuentes de trabajo siempre cedió en las negociaciones contrarias a los intereses de sus representados. 


El férreo control gubernamental -político y económico- del sindicalismo mexicano mediante leyes laxas y tribunales a modo, han obligado a los trabajadores a permanecer callados, mudos y estoicos por años.


Quizá hoy, con las presiones norteamericanas y canadienses y la llegada al poder de López Obrador; comprometido desde su campaña presidencial a mejorar significativamente los salarios y, asistiendo a las negociaciones por lo pronto como ‘observador’, se dé un giro a las negociaciones y se acuerde un TLC 2.0 más justo y equilibrado en el que todos ganen. 


AMLO está obligado -en caso de que EPN siga resistiéndose a dejar atrás el falso esquema soberanista-, pues se comprometió a crear mejores condiciones para que los trabajadores de este país hagan realidad su propio sueño mexicano.

 
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