Recibí dos llamadas después de la Ceremonia del Grito encabezada por Miguel Ángel Yunes Linares en Xalapa, Veracruz. La primera era de un colega queriendo saber si era cierto que el Gobernador había sido rechiflado en el evento; y la otra, para preguntarme sobre la relación entre el ejecutivo saliente y el entrante, Cuitláhuac García.
Para nadie es un secreto que Miguel Yunes y Cuitláhuac García no se tomarían ni un café, a menos que los obligara la constitución veracruzana. Los dos no se pueden ver, literalmente, ni en pintura; no se “tragan”. Basta preguntarle a uno sobre el otro para observar respuestas rápidas y a la defensiva.
Cada que puede, Cuitláhuac García cuestiona ante medios de comunicación las acciones del aún Gobernador, mientras que Yunes, cuando es abordado sobre “los mensajes directos que le mandan”, tuerce la boca, se enfada de manera evidente, resopla, y también le tunde “al electo”, cada uno a su estilo.
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No podrán evadirse por siempre, deberán aparecer en algún momento, aunque sea por puro compromiso, estrechándose la mano. La ley exige arrancar en Veracruz, a más tardar, el proceso de entrega-recepción el próximo 1 de noviembre. No hay de otra.
Me han dicho que, si por él fuera, Miguel Yunes preferiría no intercambiar ni siquiera palabras de compromiso con Cuitláhuac García, sin embargo, lo realizará porque el costo mediático sería peor si actuara de manera contraria. Ni varios tés de tila le ayudarán a calmar “el entripado” cuando llegue el momento.
Por su parte, el electo, a sabiendas de que pronto gozará del poder en el estado, además de ser uno de los Gobernadores consentidos de AMLO, (junto con el “rebelde” de Cuauhtémoc Blanco), tendrá el terreno allanado, y podría, si quisiera, hasta sonreírle a Yunes cuando se vean. En varios momentos de la política, sin lugar a duda, no es lo mismo entregar que recibir.
Muy alejado está el proceso entre AMLO y EPN del que se ve en Veracruz. Mientras en la Presidencial hasta han caminado juntos por los pasillos de Palacio Nacional, acá, si las miradas tuvieran dagas, se habrían acuchillado varias veces. Siendo honestos, la relación entre Miguel Yunes y Cuitláhuac García será más interesante aún después del primero de diciembre; esta historia tiene cuerda para rato.
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