La desconfianza es una característica de la vida pública y social de nuestro país. Las debilidades institucionales originan el descontrol y la incapacidad para responder a los problemas que nos agobian; este escenario es propicio para la construcción de noticias o información basadas en mentiras que ayudan al mantenimiento de poderes, de grupos de interés que en el rio revuelto van sacando ganancias, capacidad de negociación y sin duda posiciones en la toma de decisiones.
Es la era de la posverdad, la que empodera los fake news en una retórica de señalamientos falsos que conquistan las emociones y derrumban las razones, revelando la crisis de una democracia que no ha rendido los frutos de las mejoras que se anunciaban, pero que si ha profundizado nuestros pesares.
Preguntarse a quien o quienes favorecen esas noticias falsas. Medias verdades o de plano mentiras utilizadas para denostar, para moldear las emociones de una opinión pública desinformada, obnubilada por la intensidad y rapidez con que corren en los medios. Invenciones con malas intenciones que pueden llevar a tomar decisiones equivocadas.
La desinformación es en sí misma una estrategia que refiere un origen y un objetivo que, más que atacar a un individuo, puede orientar el ataque a estructuras, a organismos, a iniciativas, proyectos que no quieren ser aceptados porque infunden reservas o temores a grupos de interés o de poder.
En una sociedad polarizada es exponencialmente mayor el impacto por que conforma irascibilidades difíciles de contener, provoca lesiones morales públicas, destroza reputaciones y conforma verdades basadas en mentiras que son tomadas por personas y colectivos que actúan sobre los engaños, el viejo refrán de “calumnia que algo queda” puesto en las redes, en las plataformas conlleva ilimitadas percepciones y actos.
La posverdad es torcedura de la realidad que modela opinión pública, es un ejercicio malintencionado que sacude las bases mismas de la democracia, de la libertad de expresión, ya que cuestiona esencialmente el derecho de todos por decir con verdad los idearios, por opinar desenvueltamente, pues ello nunca podrá ser escudo para que se enseñoree la falsedad, la intriga, “la verdad” pagada, con dirección precisa para arremeter contra los adversarios, contra los sujetos incómodos de aquellos que desde sus palacios o sus nichos de poder ven posibilidades de afectación de las opacidades donde se arremolinan para mantener el status quo.
El manejo inescrupuloso de esas estrategias de comunicación, redimensionadas al infinito por las nuevas tecnologías y sus redes, son en sí mismas la oportunidad para oportunismos, la cacería o la aspiración de venganza que desde las actuales dimensiones de la comunicación y sus entresijos legales, se dan con total impunidad.
Allí están las muertes de inocentes ante las noticias falsas escuchadas y creídas, allí están los gobiernos que se construyen sobre las distorsiones de campañas sucias e información falsa que se sabe que lo es, pero que responde a esa definición de interés que no duda en torcer la realidad para sus fines y toca las emociones de sociedades enteras y las vuelve verdades.
Seguramente los ejercicios pseudo informativos, distorsionados, para moldear nuestras percepciones aun tienen pista , y la compleja situación social en la que nos encontramos es terreno más que fértil para recibir y con ello orientarse sobre las emociones que se despierten arrinconando a la razón, esperemos sin embargo que no sea al final del día solo lo que podamos ver.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Dolorosas estadísticas sobre el secuestro de mujeres.
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