Ya consiguió llegar al Senado. Con un abultado expediente bajo el brazo en el que resaltaba su postura crítica contra Javier Duarte, el empresario Ricardo Ahued logró subirse a la ola de Andrés Manuel López Obrador y desde la segunda fórmula de Morena consiguió ser ungido como representante en la Cámara Alta.
Los priistas lo conocen bien. Un comerciante que ha basado su fortuna en los pingües negocios realizados con los gobiernos priistas (en especial con Fidel Herrera) de pronto decide convertirse en “la voz crítica” al interior de Morena -partido al que él mismo admite que no está afiliado- y guarda prudente silencio ante los abusos que se están cometiendo durante la gestión de Miguel Ángel Yunes Linares, a quien pinta como un “mártir”.
El tiempo de utilizar la careta de “independiente” quedó atrás. Su jefe, Miguel Ángel Yunes Linares, le dejó claro que era el momento de que se lanzara abiertamente a respaldarlo en la guerra contra Morena.
Primero fue la embestida contra el alcalde de Xalapa. Habiendo sido él presidente municipal de la capital del estado, su voz se acreditaba como “calificada” para hablar de los problemas que más aquejan a esta demarcación.
Criticó a Hipólito Rodríguez por no haber “previsto” una solución para la clausura del relleno sanitario; lo fustigó por no haber cerrado aún el acuerdo con el municipio de Quimixtlan, Puebla (desde cuyos límites se obtiene el agua que consumimos los que habitamos en Xalapa) y terminó acusando de “alcahuete” al dirigente estatal de Morena, Manuel Huerta, por haber externado su respaldo al actual alcalde xalapeño.
Pero Ricardo Ahued no entiende que le vendió su alma a un político voraz, de esos que “no tienen llenadera” (dixit Fidel Herrera).
Una vez cumplido su cometido, una vez que se obligó al alcalde de Xalapa a que acudiera ante las autoridades estatales para que le ayudaran a solucionar el problema de la falta de un sitio para depositar la basura, entonces Yunes Linares le encargó otra tarea:
“Eres senador, estás en la Comisión de Hacienda. Tienes que salir a decir lo que yo ya les dije, que los pagos de aguinaldos, salarios y pensiones del mes de diciembre, le tocan a Cuitláhuac”.
Y salió a decirlo. Y salió a ratificar lo dicho por su jefe: que no dejará dinero en caja y por lo tanto deberá ser Cuitláhuac García quien gestione ante la Secretaría de Hacienda que le adelante recursos para cubrir obligaciones que él calcula alcanzarán los 14 mil millones de pesos, cuando el propio Yunes Linares ha revelado que lo que llegará en diciembre por concepto de participaciones federales, serán 7 mil millones de pesos.
Pero no se quedó ahí. A final de cuentas él es producto del sector empresarial de Xalapa y tenía que abogar por sus colegas. Le recordó al gobernador electo que también tendrá que pagar los adeudos con proveedores y contratistas, esos que Yunes Linares no quiso atender.
Y ya entrados en gastos, Ricardo Ahued le endilgó a Cuitláhuac García la responsabilidad de resolver otro tema al que Miguel Ángel Yunes le sacó la vuelta: El millonario adeudo (él habla de 13 mil millones de pesos) que el gobierno de Veracruz tiene con el Servicio de Administración Tributaria (SAT).
Ricardo Ahued salió a explicar que su jefe, el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares, no podrá pagar esa deuda, pues optó por iniciar un juicio para tratar de que dicho adeudo fuera eliminado.
El senador de Morena aclaró que aunque el actual gobernador no ha conseguido que dicho pasivo sea eliminado, al menos detuvo la retención de las participaciones federales. Ya le tocará a Cuitláhuac García hacer lo propio.
Eso en política, pero especialmente en el servicio público, se conoce como “patear el bote”. Esto es, aplicar tácticas dilatorias (en este caso iniciar un juicio) para retrasar el impacto financiero que tendría la afectación de las participaciones y que sea al próximo gobernador al que le toque el “tsunami”.
Se vende como un hombre honesto, pero sus actitudes no son –ni de lejos- las de alguien preocupado por el bienestar de sus paisanos.
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Epílogo.
Edel Álvarez Peña sabe que sus días como presidente del Tribunal Superior de Justicia están contados. Por eso se dice “saturado” por el trabajo y pone en duda que vaya a buscar su reelección en el cargo. *** En los pasillos del Palacio de Justicia saben muy bien que una vez que se vaya Miguel Ángel Yunes Linares, los magistrados empezarán a operar su remoción de la Presidencia del Poder Judicial. No les conviene tener al frente de este Poder a un personaje que esté confrontado con el gobernador en turno y que, además, enfrente tantos señalamientos por la forma tan arbitraria como se ha comportado. *** Los tiempos se tendrán que cumplir con precisión de cirujano. Lo primero será que entre en funciones el nuevo Congreso local, el 5 de noviembre; después, que Cuitláhuac García asuma el cargo de gobernador, el primero de diciembre; de ahí seguirá la aprobación de las propuestas del nuevo gobernador para ocupar las 14 plazas de magistrados que están vacantes. *** Lo siguiente será la renuncia (o destitución en caso de que se niegue a dejar el cargo) del fiscal general Jorge Winckler. Cubiertos todos esos pasos, quizá para los primeros días de enero, el Pleno del Tribunal Superior de Justicia le habrá de dar las gracias a Edel Álvarez por los servicios prestados desde la Presidencia, se le enviará a continuar sus funciones como magistrado y será elegido un nuevo Presidente.
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