El proceso de entrega-recepción, iniciado el 1 de noviembre, amenaza con generar más conflictos y mostrar las graves vicisitudes financieras que dejará un bienio azotado por la corrupción, el amiguismo, la complicidad, la ineptitud y los conflictos de interés.
Los amagos de no dejar dinero en las cuentas ni para pagar la nómina y los aguinaldos del aparato gubernamental, las enormes deudas legadas por su antecesor y las propias, el retorno al gobierno federal de recursos no aplicados por incapacidad de su equipo de gobierno, y la corrupción en el manejo de recursos públicos y en la asignación de obras a empresarios que forman parte de su camorra, son apenas algunas puntas de los icebergs diseminados en su gestión, muchos de ellos concebidos por la frescura de pensar que estarían seis años más en el gobierno, tiempo necesario para disolverlos.
Las benditas redes sociales
“Representantes del gobernador @YoconYunes prometieron camiones para trasladar a migrantes a la #CDMX y no cumplieron. Integrantes del #ÉxodoCentroamericano desesperados se subieron a cuanto transporte pudieron y hoy duermen divididos. Exigimos respuestas”. Cencos [Centro Nacional de Comunicación Social] @cencos
La negra herencia de Yunes
Los problemas que deja Yunes a los veracruzanos, aunque él lo piense como un lodacero para su sucesor, son verdaderamente inconmensurables: pese a su semanal reporte de una incidencia delictiva supuestamente a la baja, lo que vive Veracruz es una vorágine de violencia criminal de la que no han escapado los propios cuerpos policiacos, en algunos lugares más peligrosos que los cárteles; los delitos de alto impacto se han mantenido a la alza, y esa percepción la mantienen los veracruzanos pese a los esfuerzos del Fiscal General Jorge Winckler por enviar datos falseados del número de carpetas de investigación abiertas y al desánimo de las víctimas por denunciar los delitos, ante la inactividad e inoperancia de las agencias ministeriales para investigar y dar con los culpables.
La centralización del manejo presupuestal en la persona del gobernador Miguel Ángel Yunes Linares, quien dejará una deuda igual o superior a la heredada por Javier Duarte, ha permitido la inoperancia de prácticamente todas las dependencias del Ejecutivo, convertidas en meras fuentes de empleo para los amigos y correligionarios. Nada se ha movido sin la aprobación del gobernador, lo que ha hecho que los programas gubernamentales se hayan convertido en una caricatura; la escasa obra pública se ha realizado con fines electorales, en aquellas áreas clave para los partidos en el poder y, en los últimos meses, se ha centrado en el coto de poder de la familia Yunes, especialmente la zona conurbada de Veracruz y Boca del Río, uno de los últimos reductos del panismo.
Fuera de esos sitios, a los que pueden sumarse algunos municipios del norte y el centro de la entidad, los demás han carecido de obras importantes para reactivar su economía y propiciar su desarrollo; las carreteras prácticamente han desaparecido bajo los efectos del tiempo y el clima, e incluso las zonas afectadas recientemente por los fenómenos meteorológicos han carecido de la respuesta de sus autoridades.
Casi nadie voltea a ver las declaraciones de Miguel Ángel Yunes, ni siquiera su propaganda sobre las escasas e intrascendentes obras públicas, muchas de las cuales las tendrá que pagar el próximo gobierno. Si Yunes hubiera sido simplemente un gobernador gris, al menos quedaría la visión de que poco daño le ha hecho a Veracruz, pero aún en sus últimos días sigue generando problemas para que el próximo gobierno tropiece.
Lo único que nos queda a los pobladores de este rico estado es que el próximo gobernador Cuitláhuac García Jiménez y su equipo realmente actúen en favor del desarrollo de la entidad, dejando los múltiples conflictos que ya se observan en el interior de su equipo, los dirigentes estatales de Morena y los personajes que han llegado al poder bajo su sello pero sin tener los mismos intereses del equipo de Andrés Manuel López Obrador.
Nuevo congreso, nueva mayoría: difícil parto
Este lunes 5 de noviembre, con la instalación de la LXV Legislatura del Estado, se da el primer paso hacia el cambio en la dirección de los asuntos políticos de Veracruz. Los partidos anteriormente hegemónicos en el poder legislativo, señaladamente el PAN y el PRI, se convierten en minoría, frente a una arrolladora bancada de Morena y sus aliados del Partido del Trabajo (PT) y el Partido Encuentro Social (PES)
Aunque las cosas pintan bien para los diputados morenistas y para el gobernador electo, este domingo, 17 horas antes del inicio de la sesión solmene de instalación del nuevo Congreso, no había humo blanco sobre quiénes serán Presidente de la Junta de Coordinación Política (Jucopo), líder de la fracción parlamentaria e, incluso, presidente de la Mesa Directiva.
Eso sí, corrían múltiples rumores y versiones. Una de ellas aseguraba que el tuxpeño Juan Manuel Pozos Castro (quien por cierto llegó bajo las siglas del PT) ocuparía el puesto que durante dos años monopolizó el panista Sergio Hernández Hernández, la Junta de Coordinación Política, habida cuenta de que es el nuevo diputado con mayor experiencia y manejo político. Otra, que Juan Javier Gómez Cazarín, diputado por el distrito de San Andrés Tuxtla, sería el líder de la fracción de Morena, aunque algunos lo hacían con la Jucopo. Más allá, que la presidencia de la Mesa Directiva sería ocupada por una mujer, en específico, la diputada por el distrito X de Xalapa, Rosalinda Galindo Silva.
La verdad es que el alumbramiento, un día antes del inicio de los trabajos, se había complicado, y se analizaba la posibilidad de que fuera un parto obstétrico. Hay quienes señalaban que el médico de guardia, el mismísimo Cuitláhuac, quería someter la decisión a consulta, y ese espíritu democrático estaba complicando la labor de parto.
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