Hace casi dos años aproximadamente, el gobierno de Veracruz me dio la oportunidad de servir a los veracruzanos en un lugar modesto, pero en mi concepto muy significativo, fui nombrado jefe del departamento del archivo estatal del registro civil, ahí donde está el acta de nacimiento de usted, de su matrimonio, divorcio o defunción de nuestros familiares.
Al llegar fui recibido por un joven de 26 años que se hace llamar Omar Cruz Cruz quien se ostento como el director general de la dirección del registro civil, me invito a pasar a su privado y me dijo: “usted es el nuevo jefe del departamento de archivo” tendrá empleados a su cargo y podrá sugerir quién de ellos debe dejar el empleo para que acomode a personal de su entera confianza.
Inmediatamente vino a mi mente aquello de que “soy un defensor de las libertades y férreo demandante de empleos en nuestro país” pensé, primero los conoceré y después tomare una decisión; mi conciencia me ordenaba fomentar en los empleados el deseo de trabajar y motivar a que el profesionalismo y la responsabilidad fuesen el sello de nuestro departamento, antes de cometer un error que a la postre resultara perjuicio para la meta que me proponía.
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Ese día era viernes 1 de diciembre de 2016, fui presentado hasta el lunes siguiente, donde tome posesión del cargo y presentado ante catorce empleados, la mayoría jóvenes, quienes me miraron con cierta preocupación por la situación que viven los empleados cada vez que existen cambios en la estructura gubernamental, por que el estilo es de que cada jefe trae su personal aunque sirvan para una pura nada, yo me presente ante mis colaboradores y les mencione, tengo el apodo de jefe, pero no me comportare como tal, vengo a aprender y sumarme al trabajo colectivo de ustedes, eso cambio el semblante de muchos de los presentes.
Empecé por conocerlos en nombre y apellido, las actividades que realizan y como lo realizan, los objetivos y metas que se deben desarrollar, y cumplir, cada uno desfilo ante mí, y en una tarjeta me entregaron la información que me ilustraba un poco de con quien estaba empezando a tratar, pronto empecé a ver qué capacidad y profesionalismo existe, cosa de ponerse el overol con ellos para que nos veamos de igual a igual, eso empezó a cambiar el semblante de los empleados quienes con soltura y confianza se acercaron para exponerme necesidades y problemas e intervenir en la búsqueda de solución por el bien del archivo.
En reunión previa con subdirectores y jefes de departamentos, nos habían dado un plazo de 15 días para decidir que empleado debía ser dado de baja o propuesto para cambiar de área y en la reunión convocada para tal efecto manifesté lo conducente, “me la juego con los empleados que se encuentran asignados a mi jefatura” no falto quien me sugirió con nombres y apellidos remover o dejar sin empleo a tal o cual colaborador, agradecí la sugerencia pero muy decidido salí de la reunión y de inmediato convoque a todos para exponerles que todos los empleados deberían estar seguros porque no haría movimientos, que archivo estatal debía levantar la mano en toda la dirección y que yo sería el primero en salir a la defensa cuando alguien intentara calificar o descalificar nuestras actividades.
Con la tranquilidad de los empleados en sus puestos, inicie una aventura en el poder público, proyecte cinco acciones para modernizar el archivo, mi meta fue; automatizar, inventariar todos los libros y actas de todos los actos registrales, cotejar las actas solicitadas por las oficialías en forma inmediata, certificar actas en fotocopia fiel de los libros, reponer actas y libros a las oficialías del estado.
En menos de un año triplicamos actividades, logramos tener el respeto de nuestros compañeros de trabajo y el reconocimiento de los jefes de departamentos de la dirección, tan fue así que varios empleados se acercaron para pedir estar en archivo, porque aunque las tareas son arduas, siempre hubo coordinación y apoyo solidario para el cumplimiento de la intensa demanda solicitada.
Haber ocupado un espacio en la estructura gubernamental, me enseño que no es lo mismo estar en la calle exigiendo, que ser el que debe dar respuesta al exigente, un servidor público debe ser humano con los empleados, tener vocación de servicio, poseer temple a la hora de tomar decisiones, resolver conflictos con inteligencia, y sobre todo un gran compromiso con lo que representa la institución.
Estoy satisfecho, no conforme, pudimos hacer mas, sin embargo no hubo condiciones para ello y el tiempo fue muy corto, no obstante ello dejamos las bases, al menos así lo manifiestan los empleados quienes a los seis meses de estar en el cargo, me dijeron, “usted ha hecho lo que no se hizo en doce años” dejaremos el cargo en mejores condiciones que nuestros antecesores, un archivo iluminado, fumigado y lo mejor un personal motivado para dar el extra cuando la ocasión lo requiera. ¡Qué tal!
adidas.johan62@gmail.com Lic. Inocencio Martínez Cortes
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