Los graves problemas que nos afectan no se resolverán con buenas voluntades que declaran e imaginan que hacer. Se requieren decisiones ejecutivas respaldadas por la capacidad y la altura de miras, acciones que trasciendan los dichos, que en los hechos se correspondan con las buenas intenciones, pero que se deriven y justifiquen no con base en prejuicios políticos, económicos o sociales, sino sobre reflexiones y revisiones, diagnósticos y evaluaciones científicas y objetivas que tengan soporte y conocimiento y que se den a conocer con toda claridad.
Las posturas de visiones bicolores, de negros y blancos, la indisposición resultante de miradas prejuiciadas en las que solo hay buenos y malos y que de facto acreditan la descalificación y la posición de suma cero, son el origen de escenarios de polarización en la vida pública y social. El manejo político de visiones reduccionistas también comprimen las posibilidades de construir soluciones a problemas complejos como los que nos aquejan y que requieren y merecen atenciones amplias e integradoras.
Es preocupante observar que aún sigan presentes los tonos y formas de discusiones públicas que deberían haber quedado en la disputa electoral, el lugar común de las arengas domina cuando debía haber quedado rebasado como discurso de los nuevos ejercicios públicos.
La gran mayoría de los actores políticos y sociales en nuestra entidad, siguen sin avanzar hacia el reconocimiento de las nuevas circunstancias, ni entender los mensajes enviados desde una sociedad harta de comportamientos soberbios, de corrupción, impunidad e ineficiencia; sociedad que ahora reclama humildad, altura de miras, modificación de formas y quehaceres y abandono de simulaciones.
La nueva composición de responsabilidades implica que cada servidor público que tiene un rol en la vida política y pública, asuma la importancia de su ubicación y entienda que sus quehaceres y sus decisiones trascienden e impactan en el diverso conjunto de la sociedad, por lo que merecen poner particular atención y madurez, sobriedad, claridad, tolerancia y deben estar libre de prejuicios, pues se gobierna para todos.
La improvisación, la respuesta reactiva, irreflexiva o visceral, banaliza sus actos y acusa un menosprecio por su labor y devalúa en primera instancia el encargo que tiene conferido, y en segunda sus capacidades personales.
Se debe exigir que nuestros gobernantes asuman en tolerancia y prudencia sus palabras y hechos, que cancelen el exabrupto o la burla como respuesta, por la carga de prejuicios que se conllevan. Un diálogo o discusión que no propone, que inhibe gravemente las posibilidades de rebasar el conflicto, solo nos lleva a la inmovilidad y al conflicto de la cerrazón.
Urge abrir diálogos pausados, sobrios, fincados en el reconocimiento de las diferencias, donde se debata con sentido positivo. En nuestra democracia, pese a toda su imperfección, debemos encontrar la ruta de los acuerdos y las soluciones; de no lograrlo, de continuar con las fallas y acabar con las esperanzas, estaríamos abriendo la puerta a otras opciones políticas distintas a los espacios democráticos que debemos salvaguardar y que sin duda nunca serán la solución.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Las zonas metropolitanas en Veracruz, abandonadas por todos.
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