Muhammad Yunus.
Vivimos en un mundo polarizado y desigual. Un mundo en donde, según el Informe sobre Desigualdad social 2018 y el reporte de Oxfam más reciente:
- el 1% más rico duplica los ingresos del 50% más pobre” y
- 8 empresarios poseen una riqueza que equivale al ingreso de 3,600 millones de personas, la mitad más pobre de la humanidad”
El reporte de Oxfam denuncia categóricamente que: “La súper concentración de riqueza sigue imparable. El crecimiento económico sólo beneficia a los que más tienen”.
El mundo ha visto cómo aumenta la pobreza y cómo se concentra la riqueza, a causa del modelo de crecimiento económico predominante y a las alianzas de gobiernos y poderes fácticos que acomodan leyes, construyen opiniones, rompen sociedades y facilitan las condiciones de apropiación de riqueza que hoy se vive.
Bajo este modelo, millones de habitantes del mundo no tienen ni tendrán oportunidad para salir de la miseria, pues la pobreza los multidetermina en una espiral viciosa de marginación, violencia y desencuentros.
Así como el capital, padre de la riqueza, no tiene nacionalidad, su hija bastarda la pobreza tampoco. Por eso la pobreza es un boomerang, porque los procesos de expoliación dejan la huella del dinero, el camino de vuelta que tarde o temprano se recorre. La pobreza camina, los excluidos buscan y a veces encuentran, buscan los nichos de las ciudades centrales, de los países imperiales, su polo opuesto es el imán más poderoso.
Los marginados, los violentados se mueven; andan las rutas peligrosas que no se temen más que lo que en sus lugares de origen ya padecen. El mundo de la desigualdad, de la concentración de la riqueza mostrada y frecuentemente presumida, es un hecho fehaciente de violencia social que tiene como respuesta un ejército de migrantes. Personas, familias, comunidades que huyen ante la agonía de las calamidades vividas donde se nace.
En la época de la mecatrónica, la realidad virtual y la inteligencia artificial, miles de millones de humanos padecen hambre y pobreza. Es el signo de los tiempos confrontados, del discurso de las élites dominantes para el que, de manera “natural” el crecimiento económico beneficia al conjunto social, lo que es una mentira fehacientemente demostrada.
Los países pobres, las regiones pobres, las localidades pobres y los barrios pobres y subdesarrollados, habitadas por millones, desafían a los poderes guardan sus miedos y empacan con sus ilusiones, obligándose a la búsqueda de nuevos hogares, de lugares distintos incluso donde morir, allá donde se concentra la riqueza que no les llega, donde viven sus dueños tranquilamente.
Allá está la Unión Europea debatiéndose contra los migrantes pobres y aquí la crisis migratoria centroamericana que hoy pone luces rojas a los Estados Unidos y a nosotros, por la situación de contacto directo que compromete a nuestro país. Esto es un mensaje directo para vernos en el espejo de nuestras propias crisis, las que han obligado a migrar a millones de mexicanos también hacia Estados Unidos o del campo a las ciudades.
En nuestra cotidianeidad la violencia y la miseria son comunes y también dan pauta a migraciones, por ello debemos entender, ser solidarios y apoyar salidas a lo que ocurre hoy en el sur del país. Cerrar los ojos, voltear la cara o demandar, sin comprender la magnitud del problema, es desconocer y atentar contra nuestra propia condición histórica y social.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Estamos muy cerca de también pedirle disculpas a Elba Esther.
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