Que no es fácil y generaría mucho gasto en papelería y mil cosas más, es cierto, pero por sus pistolas de ignorante Vicente Fox cercenó el águila del Escudo Nacional y la dejó mocha. No se desataron grandes protestas.
Antes, Carlos Salinas de Gortari le suprimió 3 ceros a la moneda nacional, se pasó de viejos a nuevos pesos, se retornó a pesos en un lapso razonable y no hubo complicaciones.
Más recientemente, el presidente Andrés Manuel López Obrador canceló el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México a un elevado costo económico y político, eliminó el Estado Mayor Presidencial, creará la Guardia Nacional, y abrió la residencia de Los Pinos al público sin mayores problemas.
¿Por qué no habría de poderse promover la reforma constitucional correspondiente para que en vez de Estados Unidos Mexicanos, este país se llame México?
Bastaría que el propio presidente López Obrador enviara una iniciativa de ley o que la gestionen asociaciones civiles u organizaciones no gubernamentales, cualquier diputado o senador. O tal vez un modesto ciudadano.
Aquí mismo en la provincia, en 1978, los diputados locales aprobaron que por decreto del entonces gobernador Rafael Hernández Ochoa el nombre de la ciudad de Xalapa se escribiera con X, aunque había quienes insistían en imponerlo con J, así como hoy algunos insisten en plasmar Méjico.
Propongamos que, en sintonía con los cambios contitucionales que se requieren para la cuarta transformación de la república del presidente López Obrador, también se incluya la formalización del nombre que todos usamos desde siempre: MÉXICO, y que se derogue la denominación “Estados Unidos Mexicanos”.
Si hubiere rechazo por aquellos que se pronuncian en contra de todo y en favor de nada, pues entonces que organicen una consulta ciudadana de esas que están de moda y sanseacabó.
¿Qué opinarán los señores juristas?
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