Nadie pone en tela de juicio que sacar a flote a Veracruz requiere mucho por hacer, pues atender y solucionar los graves problemas que nos aquejan significa que se fragüen procesos que ameritan voluntad política, tiempo, constancia, autocritica y mucha capacidad administrativa y jurídica. No hay espacio para la improvisación cuando te dejan en las manos “una papa caliente”.
Veracruz, como México todo, se debate ante la esperanza de lograr, en medio de una realidad compleja y contaminada, que se concrete un mejor futuro. En muchos casos se busca descarrillar esas esperanzas y dar golpes a las apuestas de millones por transformar lo que sin duda debe cambiarse de los horrores, arbitrariedades, injusticias e impunidades existentes.
Entender que la sola voluntad y nobles aspiraciones son insuficientes para desarrollar a plenitud los trabajos que requiere nuestra vida pública e institucional, es un buen inicio para incubar mejores prácticas y mayores posibilidades de dar respuestas positivas. Integrar, sumar y reconocer las potencialidades de la diferencia en el respeto y la construcción de consensos, desterrando la intransigencia que rechaza.
Es un despropósito imaginar que los cambios se darán en días, en meses o incluso en pocos años. Lo abigarrado y enmarañado de nuestros problemas supone que los resultados sean evidentes a mediano y largo plazo, pero que sin duda deben iniciarse hoy, con la obligación de trabajar con claridad y responsabilidad, enviando mensajes que alimenten certidumbre. La curva de aprendizaje no puede excusar errores derivados de la incapacidad o el sectarismo.
Se exige un ejercicio de gobierno que muestre altura de miras y capacidad, propuestas que rebasen el lugar común del discurso y que se conviertan en acciones concretas, congruentes, reflejadas a través de actitudes y prácticas de servicio público real, alejadas de las banalidades egocéntricas.
Veracruz reclama que se atiendan sus carencias y problemas desde una planeación y programación realizable, que priorice y repercuta en la reconstrucción del entramado social e institucional, que brinde oportunidades y seguridad.
60 días son pocos para evaluar, pero suficientes para observar que es necesario mucho más de lo que hasta ahora sucede para cumplir con lo que se ha ofrecido y tanto se anhela.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Xalapa y su presupuesto: como cuando el tiempo te pisa los talones.
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