Por ello, en los cambios de administraciones gubernamentales, es siempre recomendable que en los ajustes directivos y de personal se reconozca a los sujetos que laboran y conocen la institución, sobre la base de algo más que las presunciones negativas, las posiciones ideológicas o las diferencias políticas.
La selección de personal a partir de tablas rasas cargadas de prejuicios, implica el riesgo de dejar fuera a servidores públicos calificados y con experiencia y generar condiciones de malestar general en el personal que se ve afectado con despidos o marginación con señalamientos de pertenencia a grupos o partidos, o a presunciones de corrupción.
Igual de ingenua y dañina es la vieja creencia de que los nuevos funcionarios siempre llegan con las mejores ideas y propuestas y que todo lo realizado hasta antes de llegar, es enteramente desechable, cancelando la oportunidad de rescatar o continuar las buenas cosas de ejercicios anteriores, originando pérdidas de tiempo y capital invertido.
La vida institucional, los ejercicios de gobierno que nos urgen ante la magnitud de nuestros problemas, deben estar definidos por la claridad de la ruta que se quiere seguir, con la programación suficiente, seria y responsable y con la altura para no mirar tan solo a tirios y troyanos, de no ver solo en blanco y negro, reconociendo que se requiere más que de voluntad y buenas intenciones.
Dejar atrás el debate electoral y las consignas en las plazas, para ser gobierno y construir políticas públicas, atender los problemas, y maximizar el rendimiento de las estructuras institucionales y el personal, no es una situación fácil y como tal se debe de reconocer, abriéndose al diálogo y la autocrítica para mejorar el desempeño y para rendir buenas cuentas. El gran reto es encabezar las trasformaciones que nos urgen con trabajo y responsabilidad, gobernando para todos.
Nunca como ahora se requiere un gobierno sólido, con una administración eficiente, capaz de mostrar que son distintos y mejores a los gobiernos que nos han tocado vivir en Veracruz. Que es posible dejar de lado los prejuicios para que no marquen las pautas de las instituciones. Que su sobrada legitimidad les permita desplegar los suficientes gestos de humildad que se opongan a la arrogancia antes vivida, y sean muestra de que las esperanzas generadas tienen base para seguir manteniéndose.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
La lucha de los pequeños productores de café, clamor de la sobrevivencia.
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