Seguramente usted, amable lector, en más de una ocasión ha escuchado la frase: “echar una cana al aire”, la cual posee diversas connotaciones, pero a caso la más usual tiene que ver con alguna persona mayor involucrada en un acto de infidelidad con su pareja, especialmente con el fin de sentirse más joven.
Pero los hechos pueden rebasar las fronteras de una simple infidelidad, del adulterio y convertirse en “canallada” cuando la esposa se encuentra desahuciada y aún en su lecho de muerte, su decrépito marido le da rienda suelta a sus más bajos instintos con la amante 15 o 20 años menor.
Me han contado la historia de un trabajador retirado de Pemex, que es lidercillo del departamento -mal llamado- “el santuario de los pájaros caídos” del poderoso sindicato de petroleros.
Cuando en un conocido café de la ciudad escuché la historia del vejete dirigente petrolero, involuntariamente lo relacioné con el anciano de la novela del escritor colombiano Gabriel García Márquez, “Memoria de mis putas tristes”, cuya trama gira en torno de un hombre, que en la víspera de su vejez se da cuenta de que a su edad “cada hora es un año” y que nunca ha conocido el verdadero amor porque siempre ha sido soltero, ya que su único desahogo ha sido tener sexo con prostitutas. Al cumplir los 90 años el anciano personaje del Gabo, se regaló una noche de amor loca con una adolescente virgen y la persona que le ayudaría a cumplir su meta era Rosa Cabarcas, la dueña de una casa de prostitución que ella administraba.
Este sujeto de marras del que hoy le platico, mantiene una relación de varios años con una enfermera del mismo sector petrolero y obviamente luego de morir su esposa, ella pasó a ser “la señora de la casa”. Más joven, con un carácter de los mil diablos, pero que soporta al vetusto porque a pesar de lo miserable que suele ser, le complace todos sus gustos.
Por cierto, ahora que lo recuerdo y ya que hablamos de personas mayores y tacañas, vaya menudo lío el que se le armó al don Miguel Limpicot Castillo, líder de los Jubilados y Pensionados de la Sección 30 del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) a quien señalan de no pagarle al Infonavit, no obstante que quincena a quincena se aplican los descuentos a los empleados a su cargo.
Don Miguel, quien por cierto hace poco lamentablemente enviudó, tiene la obligación moral de aclarar qué está sucediendo con las cuotas del Infonavit que no se están pagando, de acuerdo a la información emitida –según se dijo- por personal del instituto.
No es el primer escándalo en el que involucran a Limpicot Castillo, por falta de transparencia en las cuentas, pero con todo y ello ha tenido la habilidad para mantenerse en el cargo y hasta para reelegirse por otro periodo. Esperemos pues a ver que declara o cómo se justifica Miguel Limpicot.
Retomando el tema inicial del adultero viejo “raboverde”, petrolero retirado, así como Don Miguel, baste decir que quienes lo conocen y saben cómo le jugó sucio a su esposa enferma, aseguran que muy caro pagará su pecado; pero mientras eso sucede, el anciano se echa su canita al aire, al fin y al cabo que el sexo es el consuelo que tiene porque no le alcanzó el amor. Pobre desgraciado. Comentarios y sugerencias a rvalerdeg@gmail.com