Producto de sus diferendos se han roto los puentes de respeto entre poderes y han puesto en entredicho la más importante acción política del arranque sexenal al fracasar la intentona de tumbar al alfil de Miguel Angel Yunes, el Fiscal General, Jorge Winckler.
José Manuel Pozos, un político del viejo cuño que ha transitado con más pena que gloria por el PRI, PAN, PES y Morena; desempleado por casi dos décadas; defenestrado por sus aliados por su proclividad a la traición, a no ser ni amigo, ni aliado, sino todo lo contrario, un buen día se encontró a la diosa de la fortuna.
Más bien a un “Dios de la Fortuna” de nombre Cuitláhuac García, quien dada su novatez, le compró a Pozos el cuento de la esperanza del cambio, de una sabiduría política inexistente y de presuntamente saber cómo resolver los más ingentes problemas de la transición.
Así, luego de ganar la plaza de Tuxpan y conseguir con ello una diputación local, José Manuel Pozos, -oriundo, no de Tuxpan, sino de Plan de las Hayas- se convirtió en la sombra del también ganador Cuitláhuac García.
Dos que tres consejillos, dos que tres acciones mediáticas, dos que tres favores y dos que tres acercamientos con personajes del alemanismo, amén de una habilidad extra para colocarse en la agenda mediática engañando a periodistas prometiendo quimeras, le permitieron al hoy presidente del Congreso de Veracruz, sentarse a la diestra del señor.
La idea de Pozos era y sigue siendo, ser Secretario de Gobierno o Presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso, a donde llega todo el billullo.
Sin embargo, ni una ni otra.
De cualquier modo se sacó la lotería al nombrarlo el gobernador presidente de la Mesa Directiva del Congreso, desde donde empezó a la tejer su telaraña.
Así fue como inició la escaldad de golpeteo contra Eric Cisneros con quien se trenzó delante del gobernador por las injerencias hacia el interior legislativo. Ello permitió el fortalecimiento, pero de Juan Javier Gómez Cazarín, hombre fuerte de Cuitláhuac en el Congreso.
Pozos, sin embargo, prosiguió la guerra mediática contra el segundo de Cuitláhuac llevando en la mente la firme intención de que era posible llegar a la gubernatura en el 2024 por la vía de la Secretaria de Gobierno de donde emanan cuantiosos recursos financieros sin comprobar.
No contaría con que sus repetidas torpezas por la ausencia de destreza política, correrían el maquillaje de su juego sucio al que se sumarían la gandalléz en la colocación de una treintena de plazas para su familia y compadres, presuntos negocios turbios con Arturo Bermúdez, Mauricio Audirac y el exgordo Francisco Valencia y sospechosos manejos de dinero en la fiesta de los millones a diputados para que votaran por la remoción del Fiscal, mismos que jamás llegarían a sus destinatarios.
A la par lo de su hijo José Manuel, sería seriamente censurado al dar el tremendo brinco de estudiante a Subsecretario de Planeación de SEFIPLAN.
Todo, sin embargo, habría pasado a segundo plano de no ser por su fracaso con el tema Winckler mismo que prendió los focos rojos de la federación que inició una profunda consulta e investigación sobre la operación política fracasada.
En principio a México le quedó muy claro que los puntapiés, empujones y señales equivocas –e incluso colgarse medallitas ajenas- sumados a la ausencia de dialogo y negociaciones al más alto nivel con los diputados para superar los problemas del juicio político, resultarían un soberano fracaso.
En paralelo el diferendo entre Pozos y Cisneros –las transas de uno y las amenazas, incluso de muerte del otro- polarizaron a 19 diputados que se colocaron incluso del lado de Winckler, quien juego como debía de jugar, es decir, con la ley en la mano y los 50 millones de pesos que le dio su mentor, para negociar en serio, con la discreción y efectividad del caso.
El daño estaba hecho. El gobierno de Cuitláhuac iniciaba dando tumbos.
Por estos días, sin embargo, se busca reparar el daño con nuevos actores que al menos no estén en disputa entre ellos, que no se claven el dinero y que no estén con apetitos personales.
Alguien va a pagar los platos rotos y no serán ni su mejor amigo, Cazarín, ni su secretario de Gobierno, Eric Cisneros (“¡Aplausos!”, pide Cuitláhuac).
Solo queda José Manuel Pozos, quien ya en un primer enfrentamiento con el peleador de cantina, delante del gobernador, le dijo que estaba dispuesto a dejar no solo la Mesa Directiva, sino solicitar licencia a la diputación.
Le habrán de agarrar la palabra. Pozos está en el pozo.
Tiempo al tiempo.
*El autor es Premio Nacional de Periodismo
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